Coco'sWords

Hablemos de todo un poco

ZONAS ROJAS y Discriminación racial

Este país se está planteando una pregunta importante: ¿Cómo eliminamos la injusticia racial a fin de que cada niño logre desarrollar todo su potencial? Para poder contestar a esa pregunta, hay que echar una mirada crítica a la educación. En los Estados Unidos, el lugar donde una familia vive determina la escuela pública a la cual sus hijos tendrán acceso. A ese fenómeno se le conoce con el nombre de asignación residencial, como explicara Derrell Bradford, Vicepresidente Ejecutivo de 50can.org
Unas cuantas cuadras de distancia pueden marcar la diferencia entre un niño que asiste a una escuela buena y otro que va a una mala. ¿Es eso justo?… Teóricamente, este país está fundado en la idea de igualdad para todos. No obstante, el sistema educativo ha sido responsable de atroces desigualdades. ¿Cómo?… Pues, por poner un ejemplo, hablemos de redlining.
Este es un término muy conocido en el dialecto empleado por los vendedores de bienes raíces. El mismo se traduciría como trazando la línea roja. Esta línea roja bordea los mapas y sirve para discriminar entre “zonas de riesgo” vs zonas seguras.
En la década de los treinta, los Estados Unidos se encontraba en medio de la Gran Depresión. Entonces, el presidente Franklin Delano Roosevelt pasó una ley llamada Homeowers Loan Corporation Act, cuya finalidad era estimular la economía a través de préstamos inmobiliarios. Así, las personas podían adquirir una casa, el valor de la casa subiría y al hacerlo, el propietario en cuestión podía incrementar su riqueza personal. Sin embargo, no cualquiera tuvo acceso a estos préstamos.
El gobierno federal creó mapas coloreados para cada centro urbano de Norte-América. De acuerdo a estos mapas, los sectores azul y verde eran muy deseados, los amarillos, no tanto, y los rojos fueron designados como lugares peligrosos. ¿Por qué peligrosos? Resulta que en la zona roja vivían las minorías, predominantemente los negros o afro-descendientes, a quienes se les negó el derecho a recibir uno de estos préstamos. Las consecuencias de esta acción fueron inmediatas y devastadoras:
Primero, impidió que las comunidades de color pudieran adquirir riqueza mediante a la adquisición de bienes inmuebles. Segundo, desplomó el precio de las propiedades ubicadas dentro de la línea roja. Tercero, en vista de que las escuelas públicas se subvencionan -en parte- con los impuestos recaudados sobre el valor de la vivienda, esto se tradujo en menos fondos para subvencionar a las escuelas pública allí localizadas.
Es penado por la ley decirle a un cliente: no compres ahí porque hay mucha gente de tal raza o país. Eso es algo básico que se les enseña a los vendedores cuando quieren obtener su licencia de REALTOR®. Y a pesar de que la práctica es ilegal, si se toma un mapa actual de los distritos escolares de las grandes metrópolis estadounidenses, salta a la vista que la división entre distritos escolares es ¡casi exacta a los mapas de colores que datan de 1930!
Si de verdad se busca solucionar los profundos problemas sociales asociados con la injusticia racial, es necesario hacer mejoras significativas en la estructura del sistema público de escuelas. Para llegar a esta meta, es tan simple como dejar de asignar a los estudiantes a un plantel basándose en la dirección de sus casas. Además, deben revisarse los mecanismos y fórmulas de subvención todavía implementados. Para que cada niño alcance su máximo potencial, las líneas rojas van a tener que desaparecer.

Ahora apremia pensar rápido

No habrá exámenes obligatorios para los estudiantes en el sistema escolar público hasta el próximo año escolar. La medida de suspender las pruebas por un año, proviene del Departamento de Educación como respuesta a la interrupción impuesta por el virus corona.

Para quienes han abogado por una profunda reforma en la educación K-12, esta crisis se ha convertido en el laboratorio forzoso para engendrar nuevas y no tan nuevas ideas. Abandonar las pruebas federales obligatorias, aunque solo sea temporalmente, es una (entre tantas) ideas largo tiempo debatidas. Ya que, dicen los ciertos expertos, dichos exámenes son un método poco justo para medir la comprensión y retención del material aprendido.

No les hace falta a los reformadores seguir gritando a los cuatro vientos que el sistema de educación escolar necesitaba ajustarse al presente. El presente ha llegado con sus urgentes circunstancias para pegarnos en la cara. Ahora no es asunto de sí o no, sino que se deben actualizar los procesos, incrementar la inventiva, permitir más latitud a la hora de impartir docencia, a fin de garantizar que, en todas partes, todos los estudiantes reciban la educación que merecen. Ahora apremia pensar rápido y reinventarse. ¡Y menos mal!

Así, y con la finalidad de incentivar la innovación, el Congreso está estudiando un proyecto de ley que permitiría entregar micro-subvenciones a padres y maestros por igual. En vista de que de un día para otro la educación virtual, la escuela a distancia y el aprendizaje desde el hogar se han convertido en la norma, en las zonas urbanas, en las remotas, en barrios pobres y en suburbios ricos la necesidad está pariendo soluciones a granel.

En algunos lugares, los maestros están haciendo citas diarias por teléfono para conversar y guiar a los padres. En los campos de Carolina del Norte, se han enviado autobuses con antenas WIFI para que los niños se puedan conectar a estudiar. En otras ciudades, los maestros están dando lecciones en vivo a través de las opciones como watch parties en Facebook, entre otras plataformas sociales.

A los estudiantes que carecían de los medios para comprar una tableta o dispositivo similar, se les están prestando los equipos para llevarlos a casa y desde allí continuar aprendiendo. A su vez, el Departamento de Educación está trabajando con los gobernadores de cada Estado para que los distritos escolares no se queden de brazos cruzados, demandando de las administraciones correspondientes una respuesta adecuada y efectiva.

En resumen, que esta interrupción sin precedentes ha traído consigo un replanteamiento de la educación escolar que va más allá de los estudios publicados por investigadores, y de las ideologías, para entrar en el espacio de cada familia y tocarla en carne propia. A partir de este instante, la imagen que solíamos “ver” dentro de nuestros cerebros cuando decíamos “escuela”, ha cambiado.

La nueva imagen es la de una escuela que toma la forma del niño que necesita aprender, y no a la inversa. La palabra escuela ya no nos ubica dentro de las cuatro paredes de un edificio, porque al fin comprendemos que la escuela no es un lugar de concreto y de contratos, como dijo John Schilling, presidente de la American Federation for Children, sino que es una comunidad de estudiantes, familias y maestros que trabajan juntos en pos de avanzar el conocimiento y el aprendizaje, donde sea que los estudiantes se encuentren.
https://eltiempolv.com/opinion/ahora-apremia-pensar-rapido-y-reinventarse-115093/
https://www.mundiario.com/articulo/sociedad/ahora-apremia-pensar-rapido-reinventarse/20200403162028180494.html

¿Es Pedro almodovar parte de la movida?

“but we are a country of extremes: a very old society and a very young democracy”
Rosa Montero


(foto de IMDb)

¿Es Pedro Almodóvar parte de la movida?

Para explicar si las obras de Pedro Almodóvar están suscritas a la movida, hay que primero definir qué fue esta y cómo en Mujeres al borde de un ataque de nervios y en La ley del deseo están latentes y presentes los marcadores culturales que caracterizaron este movimiento.
Cuando Franco muere en 1975, España despierta de un letargo de casi cuatro décadas. Durante esos años, el país estuvo sumido bajo la censura, el catolicismo y unos parámetros morales que no permitían que las distintas manifestaciones de arte, incluyendo el cine, pudieran destaparse. Con el advenimiento de la democracia, nace en las grandes ciudades de España una nueva ola definida por su ruptura con los rígidos cánones impuestos por la dictadura que hoy se conoce como la movida.
La movida propuso una estética kitsch e incorporó, a la española, los elementos del movimiento punk, ya existentes en los Estados Unidos e Inglaterra. Los punks eran irreverentes, rebeldes, en contra de las religiones, las modas tradicionales y los valores tradicionalistas. Vilarós describe a los personajes de este período de transición post-franquista como “desordenados, desmadrados y escandalosamente ruidosos, homosexuales, drogadictos, prostitutas, desposeídos, locos, marginales …” (183).
Los papeles escritos por Almodóvar para ambas películas encajan perfectamente en esta lista de gentes “raras” que señala Vilarós, las cuales habrían sido consideradas como personas no gratas dentro de la sociedad de Franco. El protagonista de La ley del deseo es un director homosexual, su novio Juan es bisexual y el chico que se enamora del director está loco. Uno de los policías que investiga el caso de la muerte de Juan se encuentra con unas rayas de cocaína y las consume mientras lleva a cabo sus tareas de investigación. La hermana del director es una travesti que se acostaba con su propio padre y además se dedica a criar una niña cuya madre infiel está ausente.
A su vez, en la trama de Mujeres al borde de un ataque de nervios se amalgama una variopinta y delirante cadena de disonancias personales y sociales: el abuso de los somníferos, las obsesiones, los celos, las infidelidades, un ataque en manos de terroristas chiitas, la crianza de animales en plena zona urbana, la virginidad como cruz que amarga a la mujer, por citar solo algunos de los puntos que aparecen en pantalla. Los personajes de la película cohabitan fuera del matrimonio (Pepa e Iván), Candela dice haber pasado un fin de semana de maratón sexual con un musulmán que conoce el mismo día, Carlos está comprometido para casarse, pero no pierde la oportunidad de besar a Candela cada vez que se le ocurre y Marisa es una chica urgida en liberar una energía sexual contenida que se manifiesta a través de un sueño erótico.
“Almodóvar, the film-maker, started translating into a distinct film style a number of the punk strategies of the movida” (Toribio 277) e incorpora “themes previously absent from popular cinematic representation and even excluded from mainstream media discourse effectively became a celebration of destabilization; for example, the enjoyment by his characters of practices that clearly constitute antisocial behavior. Punk was successful in making visible, for example, objects associated with pornography and sexual taboos… (280). Así, Almodóvar es un provocador que cuestiona y se burla de la mentalidad reprimida, conversadora y mojigata que coaccionaba la libertad de expresión en los tiempos del franquismo. Sus filmes son punk, chocantes, explícitos, sexuales, es decir, propios de la movida.

Obras citadas
Almodóvar, Pedro. “La ley del deseo”. AlexanderStreet.com, Reparto Eusebio Poncela & Carmen Maura. 20 Sept. 2019, https://video.alexanderstreet.com/watch/law-of-desire.
Almodóvar, Pedro. “Mujeres al borde de un ataque de nervios”. AlexanderStreet.com, Reparto Carmen Maura & Antonio Banderas. 20 Sept. 2019, https://video.alexanderstreet.com/watch/women-on-the-verge-of-a-nervous-breakdown.
Montero, Rosa. “Capítulo 18: Democracy & Cultural Change”. Editoras Helen Graham y Jo Labanyi. Oxford: Oxford University Press, 1995. (315-320). Impreso.
Toribio, Nuria Triana. “A Punk Called Pedro: La Movida in the Films of Pedro Almodóvar.” Contemporary Spanish Culture Studies 2000: 274-282. Impreso
Vilarós, Teresa M. Mono del desencanto. Una crítica cultural de la transición española (1973-1993). 1era Edición, Siglo XXI, 1998. Impreso.

Las universidades y los incentivos: un arma de doble filo

De Hergit “Coco” Llenas

En la medida que cambian los grupos demográficos en los Estados Unidos, varían también las necesidades de las instituciones que les sirven. Así, a lo largo y ancho de esta nación se ha visto un incremento en la tasa de la graduación escolar de los hispanos, lo que ha creado un nuevo flujo de matriculados en las organizaciones que ofrecen una educación post-secundaria; ya sean universidades de cuatro años o colegios universitarios que preparan los estudiantes con un diploma asociado de dos años.

De hecho, hacer que estos jóvenes adquieran una educación universitaria es actualmente el foco de las políticas gubernamentales en este país, cuya meta para el año 2020 es llegar a tener el número más alto del mundo de personas graduadas.
Con este fin, en el 2008, se creó un incentivo federal para asignar recursos adicionales a aquellas instituciones que atienden a nuestra gente, dado que los latinos representamos el grupo minoritario de mayor crecimiento poblacional, al tiempo que somos uno de los más bajos en logros académicos.

Si una entidad cuenta -por lo menos- con un 25% del estudiantado de origen hispano, puede solicitar la designación de Hispanic-Serving Institution (HIS). Una vez aprobada, las universidades son elegibles para recibir subvenciones del gobierno federal.

Muchos colegios y universidades compiten por convertirse en HIS tanto por el deseo de calificar para más fondos como por razones mercadológicas, puesto que las comunidades minoritarias las consideran más atractivas, lo que ayuda a subir la matriculación.
No obstante, llevar el título de HIS no es garantía de buen servicio. Muchas veces alcanzar el porcentaje mínimo para adquirir o conservar el estatus no viene de la mano con los programas e iniciativas necesarios para asistir de manera adecuada a la población Latinx.

Gina García, de la Universidad de Pittsburg, habló al respeto: “A veces, el nombre HSI no pasa de ser una etiqueta hueca. A pesar del aumento en el número de HSIs, hay que criticar la tendencia imperante en algunas de estas a inscribir muchos hispanos sin conseguir que los resultados finales sean de verdad equitativos”.
Es decir, que se enfocan en inscribir nuestros hijos, pero no en graduarlos de una carrera. Y esto se debe a la falta de soporte real para ayudar los estudiantes a lidiar con los obstáculos que vienen con la vida universitaria y la identidad latina. De ahí que, sea de vital importancia que la designación responda a un esfuerzo cohesivo, integral e inclusivo que aspire al éxito a través de la graduación, en lugar de un juego de números donde lo que importan son los recursos recibidos y no los resultados obtenidos.

La vitalidad económica de los estados ¡y de la nación! depende de una sociedad educada. Más y más puestos laborales demandan un grado universitario. Para los hispanos poder participar en igualdad de condiciones en el mercado de trabajo del futuro, es imprescindible que mantengan el paso, graduándose en masa. Y eso no está ocurriendo tan a menudo como se esperaba porque, en muchos casos, las Hispanic-Serving Institutions han hecho de las subvenciones federales un negocio en vez de un servicio.

¿Por qué su código postal le puede perjudicar?

de Hergit “Coco” Llenas

En una de mis vidas anteriores fui vendedora de bienes raíces. Mis clientes solían ser primeros compradores de clase media o media/baja. Con frecuencia, las familias que tenían hijos en edad escolar me llegaron a proponer que les encontrara cualquier cosa dentro del marco del precio que estaban dispuestos a pagar, sin importar mucho qué fuera o cómo se viera, siempre y cuando estuviera ubicada en una dirección cuya escuela asignada se destacara por su alto rendimiento académico.

Entonces, en vez de ir a indagar a los motores de búsqueda que sirven a los profesionales del mundo inmobiliario, me iba a las páginas del distrito escolar a estudiar los reportes sobre las escuelas.
En más de una ocasión, mis familias tuvieron que claudicar el sueño de una casa y conformarse con un apartamento en un barrio “fino”, léase muy residencial.

Y esto era así porque las escuelas premiadas con cinco estrellas o consideraras tipo “A” (o cualquier otro tipo de métrica empleada para determinar el valor del desempeño escolar); estaban localizadas, por lo general, lejos de los vecindarios pobres y dentro de los suburbios donde viven las clases más pudientes.

Llegados a este punto, quizás se pregunte: ¿Y por qué?, ¿por qué están las escuelas con mejores recursos ubicadas en centros urbanos donde viven aquellos que gozan de mejores salarios e ingresos cuando debería ser lo contrario? Es decir, allí donde hay una necesidad más grande, deberían haber escuelas con mayor cantidad de recursos.
Para subvencionar las escuelas públicas existen fórmulas, éstas determinan de dónde salen los fondos. Las tres fuentes principales para mantener el costo de una escuela pública son: el gobierno estatal, el gobierno federal y el condado. El condado recauda fondos principalmente a través de la recolección de impuestos sobre la vivienda, entre otros.

Ahora bien, un ciudadano que vive en un vecindario donde el precio promedio de las casas es de medio millón de dólares pagará un porcentaje más alto de impuestos que otro ciudadano cuya residencia esté valorada, digamos en $115,000. De ahí que, la porción de impuestos que recauda el condado para mantener la escuela pública en un lugar caro será más alta que la porción de impuestos pagados por residencias ubicadas en barrios de gente trabajadora. Como resultado, se crea un tipo de segregación socio-económica.

Aquellos que tienen, aportan y reciben muchos más. Y las que no tienen para aportar mucho, reciben poco. En otras palabras, hay igualdad, porque la fórmula es aplicada a todos por igual, pero no hay EQUIDAD. Por definición, equidad significa “dar a cada uno lo que se merece en función de sus méritos o condiciones” y también “cualidad que consiste en no favorecer en un trato a una persona perjudicando a otra.”

En vista de que la fórmula es la fórmula, y eso no ha podido -hasta la fecha- cambiarlo nadie, las familias de bajos recursos están destinadas a no romper nunca con las cadenas de la desigualdad económica, siendo condenadas a mandar a sus hijos a escuelas con menos recursos, lo que puede derivar en un mediocre desempeño educativo. Y es por esa razón que su servidora y The American Federation for Children creen y luchan por defender opciones escolares para todos. A fin de que nuestros niños, especialmente aquellos más desfavorecidos, puedan tener acceso a una educación de alta calidad independientemente del código postal donde les haya tocado vivir.

Cuba: Crónicas de una mulata trotamundos

Cuando escribí el inventario de lugares que quería visitar antes de morir, La Habana, (Cuba) no figuraba en él. Nunca me admití que la más grande de las islas del Caribe me importara lo suficiente como para ir a verla. No obstante, estaba escrito que tenía que hacer este viaje. De seguro, debido a las reminiscencias de mi adolescencia, cuando escuchaba a Pablo Milanés cantar los versos del poeta Nicolás Guillén:
“No me dan pena los burgueses vencidos
Y cuando pienso que van a darme pena,
Aprieto bien los dientes y cierro bien los ojos.
Pienso en mis largos días sin zapatos ni rosas.
Pienso en mis largos días sin sombrero ni nubes.
Pienso en mis largos días sin camisa ni sueños.
Pienso en mis largos días con mi piel prohibida.
Pienso en mis largos días.”

Entonces pensaba que Guillén fue una víctima del color de su piel. Por eso, cantaba a un tiempo nuevo, en el cual él, at last!, era HOMBRE y no negro.

También se sumaba un sentimiento de intriga, al cual no le bastaban las versiones del “después” de la revolución cubana contadas a través de las voces de los cubanos auto-expatriados ni a través de los espejuelos pro-castristas
¿Era Cuba el país dilapidado de las descripciones que me habían ofrecido los cubanos de Hialeah? O ¿fue la revolución lo que salvó a Cuba? ¿Hubiese podido esa nación, de no haber triunfado la guerrilla, conseguir que los niños dejaran de morir por falta de vacunas, las mujeres dejar de prostituirse para darle de comer a sus hijos, los hombres aprender a leer y escribir?
Lo que viví en el seno de este pueblo, cuya cultura tiene tanto en común con la dominicana, me sacó de dudas de una vez por todas.

(Sábado)
Nuestra aventura empezó a las cinco de la mañana, en compañía de una chica delgada, cuyo nombre es Jennifer, pero a quién llamamos Jen de cariño o por haraganería. Jen quería documentar La Habana para su próximo libro de fotografías. Aunque con diferentes agendas, a ambas nos animaba la idea de explorar la ciudad, saborear el rico sazón criollo y, quizás, comprar alguna artesanía. ¡Estábamos cargadas de optimismo!

Cuando llegamos al aeropuerto internacional de Tampa, la fila era enorme. En ella, se podían separar los cubanos de los extranjeros con solo mirar el volumen de las maletas. Unos cargados de carteras, fundas y bolsas, los demás con una carry on casi desinflada. Mi pinta latina y mi ligero equipaje contradecían los estereotipos.

Ya del otro lado del charco, Jen y yo pasamos por la aduana, luego inmigración e
inmediatamente nos dirigimos a la caseta de cambio de moneda. Nos percatamos de una cajera, protegida tras un grueso vidrio anti-bala. En otra fila esperamos unos quince minutos, aunque no avanzábamos una pulgada.
-¿Se rompió el ordenador?, pregunté.
– No. La cajera no abre hasta las nueve, me respondió un uniformado.
(Eran las 8:30 am)
-¡Pero hace rato que hay alguien adentro!
-Sí, está contando el dinero.
Decidimos marcharnos y cambiar el dinero en la ciudad.
Salimos de la terminal.
-¿Taxi, señorita?, ¿wanna e tasi?
-¿Por cuánto me lleva a La Habana?
-¿Dónde en La Habana?
-La Vieja Habana
-Por 30 c.u.c.
-¡Ay, qué caro!, respingo.
Camino unos pasos. Me hallo a otro taxista y luego a otro.
Preguntábamos la tarifa y la respuesta sigue variando. Nos echaban un vistazo y después nos daban una cotización: “25 c.u.c”, dijo una, “30” dólares, otro y “35” euros- otro más.
Rapidito nos quedó claro que el instrumento para medir los precios en Cuba no era el taxímetro, sino una métrica misteriosa decidida al ojo por ciento. Y de acuerdo a ésta, según la pinta que tengas, se asume cuanto debes pagar por algo.
También aprendimos que circulaba el peso cubano, el c.u.c. (otra moneda nacional), el dólar y el euro. Los taxistas aceptan cualquier moneda, las bodegas, nada más aprueban el c.u.c. o el peso cubano y el puesto de frutas, que funciona exclusivamente con peso cubano. Y como si todo esto fuera poco, independientemente de la moneda con la que una pagaba, el vuelto que nos daban era sin falta en moneda local. ¡A calcular, papá!

Tras mucho regatear, conseguimos que por $20 c.u.c. nos transportaran a la ciudad, situada a casi media hora. Al interrogar al chofer sobre la lógica de utilizar dos monedas nacionales, dijo: “cuando le encuentre la lógica, me avisa”.
Nos reímos. Sabemos que hay una explicación. Sin embargo, no se atreve a darla. Yo no me arriesgo a adivinarla.

En el trayecto, inquiere sobre nuestro origen y planes.
-¿¡Dominicana!? Los cubanos y los dominicanos somos lo’ mismo’…Tú sabe’, nosotros, la gente del Caribe. Cuando vi el “Sanki Panki” me reí muchísimo. Óyeme, como gocé con esa película, chica.
-¿Sí?…me va a costar verla, respondo.
-¿Piensan ir a la playa?, continúa, ¿quieren comprar habanos?, ¿qué día regresarán de vuelta al aeropuerto?
A cada plan nuestro, el taxista le aplicaba un ángulo de negocio en el cual quedaba automáticamente incluído en lo que fuera que quisiéramos hacer. Si le decía que quería ir a la playa, me contestaba “la puedo llevar, llámeme, que de paso invito a mi señora y nos vamos todos juntos. Si le decía que no fumo habanos, me preguntaba ¿qué fumas?
Lo pienso. Reconsidero mi respuesta inicial y respondo con un
-Nada.
Una vez desembarcadas en un café muy coqueto sobre el malecón, el chofer insiste en darme su teléfono.
-No dejes de llamarme para llevarte al aeropuerto.
Le tomamos el número.
-¡Okay!
-Bye
-¡Adios!

Paralelo al malecón corre un boulevard amplio, bien pavimentado, interrumpido por amplias rotondas en cuyo centro se levantan regios monumentos a la memoria de diversos héroes de la revolución. En cada una, hondeaba una radiante bandera blanca, azul y roja que empujaba un viento cálido y salado. En lo alto, unas nubes amenazan con tornarse gris.

A medida que avanzamos, tomando fotografías por el malecón, van saliendo a nuestro encuentro nuevos amigos.
El primero es un barrendero moreno vestido en un jumpsuit amarrillo, quien nos pregunta de dónde somos.
-Dominicana y mexicana, dice Jen, apuntando, primero a mí y luego a ella.
-¿¡Dominicana!? Los cubanos y los dominicanos somos lo’ mismo’, chica. Tú sabe’, nosotros, la gente del Caribe. Cuando vi el Sanki Panki me moría de la risa. Dio’ mio’, como gocé mirando esa película.
-Voy a tener que verla, le digo un tanto sorprendida, pues es la segunda vez, en el espacio de dos horas, que sale a relucir el título de la película.
-Oye, ya terminé aquí con mi trabajo. Las puedo llevar por La Vieja Habana, enseñarles el Callejón de Hamel, la rumba cubana, llevarla a ver lo que ustedes quieran. ¡Balla! (léase vaya), sin compromiso.
Saca la billetera. En una fracción de segundos, mi cerebro repasa el catálogo de las posibles prendas que mi nuevo amigo quisiera mostrarme desde la intimidad de su cartera.
Me muestra una foto de su hija.
-Mira, me regalas cualquier cosa. Déjame quitarme el uniforme y me voy con ustedes a darle un tour. Así me gano algo extra para llevarle a la niña. Lo que sea que me den, sin compromiso.
-Jen y yo nos miramos. Nosotras amamos brujulear, ir y venir a la libre, sin una tercera rueda condicionándonos el día.
-Mira, ¿por qué no quedamos mejor en hacer algo mañana?, le dice Jen, desplegando sus dones de diplomática.
No insiste.
Seguimos andando.
A medio kilómetro de allí, se nos acerca un muchacho vestido a la moda Gente de Zona.
Nos pregunta de donde somos.
-Dominicana. ¡Ah!, pero tú sabe’ que los cubanos y los dominicanos somos la misma cosa. Baya, que por poco se me salen los pipí de la risa mirando la película del bla, bla, bla, bla.

Bajo de la calzada a la calle. Quiero cruzar la avenida, dejarlo atrás. Me presiento que algo quiere este también. Hace un calor pegajoso, no se mueve una hoja y el cielo, antes celeste, ahora es una sábana sólida de nubes. Por dentro, me estoy poniendo tan densa como la atmósfera.
El chico cruza la avenida junto conmigo. Jen, ocupada en retratar, se ha quedado atrás.
-¿A dónde van?
-Al callejón de Hamel.
-No se apuren, yo las llevo, sin compromiso.
-No hace falta, chico.
-Pero chica, es sin compromiso.
-¿Qué haces?, me pregunta.
Dudo un instante. Si sigo poniéndole conversación no me lo quito de arriba, pienso.
-Chice, pero no sea’ así. Que solo te estoy poniendo conversación.
-Trabajo en la educación, digo, capitulando.
-Yo odiaba la escuela, contesta.
-¿Por qué?
-Las maestras mapeaban el piso conmigo. Me decían: “¡Maldito negro, sino la haces a la entrada, la haces a la salida! Prieto e’ mierda, pareces simio”. Me trataban muy mal. Baya, No tienes idea, chica, lo que es ser negro en este país.
Siento un calor que me sube de los pies hasta la nuca. Quisiera decirle tantas cosas. ¡Tantas! Intento no atragantarme y, tras un suspiro, logro a articular “a mí, ¡ni a ti! nadie tiene el derecho de decirnos que somos feos, hermano. Quítate eso de la cabeza”.
-Ay, Coco, si supieras… responde, bajando la mirada.
De pronto, verlo así me rompe el alma. Parece un buëy acostumbrado al yugo. Intento despedirme, pero todo parece indicar que se nos ha pegado con crazy glue. Eventualmente logro identificar cuál era su objetivo. Lograr que Jen le regale su gorra Nike y le brinde un trago de negrón. Cuando satisface sus deseos, nuestro escolta decide dejarnos seguir nuestro camino en paz. En agradecimiento, por el cocktail y la cachucha, nos hace una pomposa ofrenda de un billete de tres pesos con la imagen impresa del ícono argentino de barba y boina.
Antes de perderlo de vista, grita ¡vuelvan mañana a celebrá la rumba cubana!

A fin de llamar nuestra atención, entre el callejón y la Vieja Habana, los taxis nos tocan la bocina. Nos pintan igualmente los coco-taxis, secundados por un joven, tirando de una bicicleta, quien nos aborda. Su máquina es todo un homenaje a la invención humana. Con dos asientos de autobús anexados detrás, y por techo, una lona, parece la carroza de La Cenicienta antes de la mágica aparición del hada madrina.
-Vengan, que hoy tengo un especial. Por $10 (c.u.c) las llevo al centro y les doy la vuelta por todos los monumentos.
No sé si quería escaparme del calor, del hostigamiento o simplemente estaba agradecida de que el joven no me había dicho: -¡Dominicana!, los cubanos y los dominicanos …

Nos montamos cómodamente en la parte trasera de la bici y mientras recibimos el mencionado tour, gozo un mundo con las historias de nuestro conductor, que se llama Rangel.
Rangel nos relata sobre una experiencia que tuvo con un té de campanilla, que le produjo unas alucinaciones “BARBARÁ. Me pasé la noche encuerado huyendo de unos elefantes que me querían aplastar”.
Todo iba de lo más bien, hasta que se nos poncha una goma.
Nos desmontamos del “carrito” y seguimos a Rangel un par de cuadras hasta una esquina donde arreglaban neumáticos ponchados.
– “Son diez minuticos na’ má”, nos dice y se desaparece detrás de un portón de hojalata.
-Si los diez minutos de los cubanos se parecen a los de los dominicanos, anticipo que serán por lo menos veinte”, le susurro a Jen.
Pasados treinta minutos, los tres continuamos parados en una esquina, esperando a que la reparación de la llanta llegue a su final.
Unos uniformados de gris nos miran con recelo. Son miembros de la policía. Le piden a nuestro tour guide una explicación: ¿por qué están esas turistas paradas hace rato en esta esquina? El muchacho, visiblemente nervioso, les encamina hasta el taller para mostrarles que de verdad le están arreglando algo a la bici.
Los diez minutos resultaron ser cuarenta y cinco. Subimos de nuevo al aparato y, tan pronto ponemos las sentaderas sobre el vinil cubierto de parches, se desata un aguacero de proporciones mayúsculas. Si Rangel hablara inglés, le diría que is rainnig cats and dogs, pero como nos hemos estados comunicándonos en la lengua de Cervantes, le comento:
-Están cayendo burriquito’ aparejao’
-¡Ahora, si te salió lo dominicana!, grita contento. Baya, me acordaste la película esa, del negrito, flaquito, ¿tú sabes?, la de…

– ¿El sanki panki?… ¡No la he visto! La voy a tener que ver.

Permítanme explicarles quién es esta criatura. El sanki panki es un muchacho pobre que le hace compañía a las extranjeras a cambio de dinero, tragos, comida y regalos. En pago a tales generosidades, ellos les dedican su re-concentradísima atención y, además, les introducen tantas pulgadas de salami dominicano como puedan las susodichas aguantar. A propósito, se dice, que el salami de los dominicanos es Gran Induveca.

-¡Exacto!, esa misma.
-Mira, Rangel, no hemos cambiado el dinero que trajimos en c.u.c. ¿Nos llevas a una casa de cambio?
-Claro, claro.
-Y ahí nos puedes dejar. Nosotras seguiremos el resto del día por nuestra cuenta.
-¿Y no que querían ir a comer?
-Si. Hay muchos restaurantes por estos lados. Eso no es problema.
-No, pero déjenme llevarla. Hay un paladar cerquita. Con langosta y camarones o si no les gusta eso…
-No, de verdad. Gracias. Toma. Esto es lo que te debo, más una propinita. Un placer.
-Es que…mira…¡baya!, te buá-se’ sincero. . La comida e’ buena y me van a ayuda’ si ustedes comen ahí, chica. El dueño del paladar me da leche para la niña si le llevo clientes.
-¡Hum! ¿cual niña?… me pregunto mentalmente.

Recapitulemos. Rangel ha sido nuestro edecán por aproximadamente dos horas. Una hora la gastamos esperando la reparación de la bendita rueda. Tómese en cuenta que durante este par de horas, el tipo no paró de hablar. Nos contó del tecesito de campana y de otra vez que se fue al monte a buscar unos hongos que nacen de la caca de la vaca. Nos explicó que la mariguana se siembra con la yuca por que el ciclo de crecimiento de la una ayuda a que la otra…. En fin, ¡le ha dado tiempo a hablar hasta de la madre de los tomates! No obstante, no ha hecho mención de familia, esposa o hijas, ¡ni de casualidad!
En el intervalo de tiempo compartido, lo he observado detenidamente. Este mulato de piernas hermosas se ha sacado las cejas y está depilado en todas las áreas visibles. No tiene pelos en las axilas ni en los muslos ni en las piernas ni en los brazos ni en los antebrazos ni en el pecho. Repito, se de-pi-la. Eso solito lo encasilla en el hoyito de los metrosexuales. Y metrosexual bien hubiera podido ser, si en el parque otro guía en bicicleta no hubiera bromeado, diciendo:
-Tienen el mejor de los tour guides, porque vale por dos. Rangel por el día es guy por la noche gay.
Pero volvamos al asunto, la niña.
-¿En serio, tienes una hija, Rangel?, digo
-Sí.
(Diaaaablo, ¡qué cojones!, pienso)
Jen frunce el ceño. Entra ceja y ceja se le marcan dos líneas. En este preciso set de circunstancias, su rictus indica que la invade una incredulidad super-absoluta.
No tiene que decirme una palabra. Puedo leérselo en la mente: ¿Qué tiene una hija!, ¡mi madre, qué timbales!

Permítanme un segundo para irme por otra tangente. Quisiera hablarles de mi amiga. Cuando intuyo que no resultará ofensivo, la llamo “la grabadora”.
A Jen la maltrataron de niña. El papá se iba a trabajar a los ferrocarriles y la madrastra la golpeaba, como para desquitarse de que su güey la dejaba sola atendiendo a dos mocosas que no eran de ella.
Se sabrá algún día que los niños víctimas de abuso físico desarrollan una increíble habilidad para leer a las personas. Jen mira, pero más que mirar, traspasa igual que los rayos equis de Supermán; filmando, analizando. En otras palabras, ¡es un pinche radar!, una máquina adiestrada en el arte de leer conductas, señales, comportamientos humanos y medirle al prójimo los cambios de humor, sus verdades y sus mentiras En este caso en particular, es un gaydar muy preciso, cuasi infalible y bien cabrón.
Hacía rato, que Jen me había susurrado al oído que creía que Rangel era gay.
¿Por qué?… ¿Sería la precisión geométrica del short ajustado?, ¿la camiseta de nylon adherida a la tez canela como una segunda piel?, ¿ la muñeca partida?… I don’t know!
Recibimos la noticia de la existencia de la chamaquita como un presagio nefasto. Nuestro simpático guía turístico, igual los amiguitos antes que él, estaba en el negocio de exprimirnos hasta el último euro del bolsillo. Y para lograrlo, si tenía que dar a luz una niña… ¡ñooo!, por su madre que lo haría.
-Será manso cual paloma, pero pendejo, ¡que va!
Nos rogó tanto que se salió con la suya.
Fuimos a almorzar al paladar de su socio.

A la salida, nuestra caminata por cuenta propia duró poco porque se desprendió un torrencial que nos impidía avanzar. Dos pasitos y ¡de cabeza a meternos bajo un portal! De escabullida en escabullida, nos topamos con una tienda en construcción. Los obreros parecían haber terminado con las faenas del día y estaban sentados sobre latas de pintura, fumando.
–“Entren, no se mojen”, vociferó uno de ellos, gesticulando para que procediésemos a entrar al espacio polvoso y opaco. Accedimos.
-Saludos, digo
-¡Buenas tardes!, a coro.
-¿Visitando a Cuba?, dice el más delgado.
-Sí, pero como que la lluvia no nos quiere dejar.
-Ja, ja.
-¿De dónde son?
-Mexicana, ella y dominicana, afirmo poniéndome la mano en el esternón.
-Yo tengo un hermano en México. Estoy loco por ir.
-¿Y lo deja el gobierno salir fuera?
-Ahora sí. Hay algunos países, baya, que sí se puede.
-¿Cómo cuáles?
-Como México, Italia.
-¿Y para cuando piensa ir a ver a su hermano?
– ¡No es tan fácil chica! Hay que hacer mucho papeleo.
-¿Una visa?
-No chica, una visa no fuera na’.
-¿Entonces?
-Bueno. Fíjate. Lo primero que hay que hacer es poner un dinero en el banco. Son dos mil dórales, que ¡baya!, uno lo puede buscar, uno busca la manera. En fin, que lo del dinero se puede arreglar. El asunto está que la policía luego quiere saber de dónde carajo salió el dinero. Baya. Pa’ darme a entender, que los salarios aquí son una mielda, chica. Así, trabajando y cobrando un salario no te alcanza pa’ ahorrá un centavo. Entonces, por querer ir a ver a mi hermano, me meten preso, porque van a querer averigual como…Y no es que sea nada malo. No es nada ilegal ni nada, digo. Pero es por la izquierda, si me entiendes lo que te estoy diciendo. Entonces, sí puedo viajar fuera de Cuba, de poder, se podría, se puede. Lo que es imposible es cumplir con to’ lo requisito’, el papeleo y tuesas cosas, tú sabe’. O sea, que se podría, pero no se puede… ¿Me entendiste?
-Oh, sí. Te entendí perfectamente, respondo, mirándole a los ojos para que vea que de verdad lo estoy copiando.
-¡Guao!, qué fuerte, dice Jen.
Nos quedamos un ratito en silencio. De repente, como por acto de magia, paró de llover. Aprovechamos y le pagamos a un coco-taxi para que nos lleve a la calle 19 del Vedado, uno de los barrios más residenciales de la capital, donde estábamos hospedándonos.
No eran pocas las cuadras desde el malecón hasta allá, mas queríamos experimentar la aventura de un coco-taxi.
¿Qué es un coco-taxi?… Pues es la versión en esteroides de la bicicleta de Rangel. Es decir, es un aparato con capacidad de acomodar de una a tres personas en el asiento de atrás. A diferencia de la bici, este engendro está motorizado y en lugar de una lona agujereada, proporciona una cobertura solida sobre la cabeza del pasajero con láminas de hoja de latas soldadas en forma de medio coco. El coquito, si es que usted no se lo llega a imaginar con claridad, no tiene paredes laterales capaces de proteger los tripulantes. Es a esta configuración ahuecada y semi-circular que deben su nombre de pila.

A medida que subíamos desde la orilla del mar hasta El Vedado, el cielo se raja en dos. El agua empezó a caer cual si se tratara del segundo diluvio mundial. Era una puta cortina de agua, cuyas gotas caían con la fuerza de una piedra. Prácticamente, nos obligaban a cerrar los ojos.
A la pela que estábamos recibiendo, se sumaban las olas de agua enlodada que levantaban los coches al cruzar los charcos. Para acabarla de rematar, un autobús pasó volando, con tanta prisa, que produjo un oleaje colosal. Nos empapamos hasta la más recóndita abertura.
-No ‘ombre. Ya sí es verdad que no me queda un rinconcito seco, exclamé.
-De haber sabido que volvería a llover así, me hubiera ido para mi casa temprano, contestó el motociclista.
Tardamos unos quince minutos en arribar a la puerta de la casa donde íbamos a quedarnos.
Le pagamos al muchacho y punchamos el intercom para que la dueña nos abra el portón principal.
Les juro por lo más sagrado, la dueña no estaba ahí. No estaba ahí y nosotras, con un portátil americano, no teníamos señal para hacer una llamada, muchos menos conexión de wifi para poder contactarla. Afortunadamente, una pareja de españoles se acercó, aún secos de la cintura para arriba, gracias al amparo de sus paraguas.
-¿Vosotras también se quedáis aquí?
-Tenemos reservaciones para quedarnos, pero no hemos podido entrar.
-¿Teneis llave?
-No.
-Jodé, nosotros tampoco.
-Esperáis, que voy a llamar a la dueña, dice.
– Aló, oye, tía. ¡Tía!, que tienes unas muchachas esperándote. ¿Cómo que dónde? Pues en tu casa, coño. No. No sé cómo se llaman.
-Jen y Coco, le dijo
-Están empapadas. Parece que tienen rato…Ah, bueno. ¿Ya vienes?, ¿Cuánto, dices?, Ok, pero apúrate que está llov…ok, les digo. En diez minutos. Vale. Vale. Que en diez minutos viene.
Habiendo aprendido la lección sobre la interpretación no literal que se le da a los números en Cuba, especialmente cuando son aplicados a medir la hora, y considerando que la calle19 más parecía un canal que una calle, concluimos que era prudente buscar un lugar en el cual resguardarnos hasta que la señora hiciera acto de presencia.
Al cruzar, la casa de enfrente había convertido el garaje en cafetería. Sobre el cemento agrietado, en unas mesas redondas, bajo unos cuantos paraguas desteñidos, fuimos a parar.
Un cuarto de hora después llegó la anfitriona. Una cubana de seis pies de estatura. Los españoles entraron primero, nosotras detrás.
-Oye, perdóname. ¡Cosa más grande! No sabía que llegaban hoy, dice la cubana.
-Hace un mes que hicimos esta reservación, le respondo.
-Es que le muchacho que me maneja la página no me dijo que uste…
-Le escribí hoy, esta mañana por Air B&B, para recordárselo, dice Jen.
-No. Sí. No sabía… Es que yo no tengo internet en la casa. Las reservaciones, baya, que no soy yo que las acepta. Pero no importa. Déjenme ir a busca unas toallas. Pobrecitas. Mira como están, mojaditas. ¡Cosa más grande!
-Bueno, señora, ¿nos vamos a poder quedar aquí o no?, le pregunto, casi a punto de tener un síncope. Pensando ¡ahora sí!, vamos a tener que salir bajo un aguacero a buscar hotel.
-No. Sí. Sí se pueden quedar. Hay un apartamentico aquí al doblar. Se ve feíto por fuera, pero tiene de todo. Ahí se van a quedar. Espérate a que baje un poco esta lluvia, para llevarlas. Esta cerquita, a un par de bloques na’ má’.

A la media hora, cubiertas con un par de toallas y armadas con sombrillas, la dueña nos muestra la ruta para llegar al edificio de apartamentos donde dormiríamos.
Exhaustas, nos damos una ducha y nos tiramos en la cama.
Las fuerzas no nos alcanzaron ni para cruzar a “La Fiesta” a cenar.
-“Es un restauran’ de gran reputación”, afirmó la señora.
Estábamos trasnochadas, los pies hechos migajas… En fin, no pudimos levantarnos.
-Mañana será otro día, suspiré.
Mientras tanto, Jen se enroscaba en posición fetal, titiritando de frio.
Jen: – No doy más.
Yo: -Me neither. Menos mal que solo nos queda hasta el lunes temprano.
Jen:- Nos vamos el lunes por la noche. Nos quedan dos días más.
Yo:- ¡Coño, Jen! Te dije que teníamos que irnos por la mañanita, el lunes tengo que ir a trabajar.
Jen:- Te pregunté que si el vuelo de las seis estaba bien.
Yo:- Supuse que decías seis de la mañana.
Jen:- ¡Pues supusiste mal.
Yo: ¡Me cago en diez!
Jen: ¡No me hables mal!
Yo: Tengo el lunes una llamada con la oficina central. Y un reporte que enviar. Y mi jefe cuenta con que voy a participar en un programa radial.
Jen: Pos’ dile a la mujer que te diga cómo le has de hacer para encontrar internet y cuadrar.
Yo: Me cago en diez.
Jen: ¡No me hables mal!
++++
(Domingo)

Yo:- ¿Cuál es el plan?
Jen:- Desayunamos, pasamos por el cementerio donde enterraron a Colón y la Plaza de la Revolución, que están cerca. Después nos vamos a ver la rumba en el callejón.
Yo: Voy a necesitar tomarme un café, ¿desayunamos en casa de la anfitriona?, son cinco euros nada más.
Jen: Mejor vamos a comer algo por ahí. No quiero que se ponga a hablar y que tengamos que quedarnos conversando en su casa mucho rato.
Yo:- All right.
Andando, alcanzamos el cementerio y de ahí, nos tiramos unas fotos en la Plaza de la Revolución, una llanura árida hecha de hormigón, donde se cocinan los pies de calor.
La brutalidad del sol nos obliga a huir de allí en coco-taxi.
-Llévenos al Callejón de Hamel.
-Son doce c.u.c.
-Le doy cinco.
-Te lo dejo por nueve.
-Ok
-¿Qué volá? ¿van a ver el espectáculo de la rumba cubana?
-Sí.
-Van con tiempo, empieza a las doce y se termina a las tres.
-Cool.
No bien nos hemos apeado del coco amarrillo, escuchamos que la matrona encargada del espectáculo de rumba falleció la noche anterior. No va haber show.
Lo confirmamos con un vendedor ambulante. ¡No puede ser!
-Se murió la máma, repite.
Yo:- ¿Qué hacemos?
Jen:- Nos vamos a bañar a la playa.
Yo: ¿A la playa?
Jen: ahjá.
Los autobuses se toman en el Parque Central, ofreció por respuesta un vendedor de chicharrones, quien nos hacia la ronda para vendernos de su cuerito frito.
Tomamos otros coco-taxi y pasados diez minutos, aterrizamos en pleno Parque Central.
Allí tomamos un Jeep re-diseñado como taxi comunal, en el cual cabían unas ocho personas. Este ingenioso aparato nos traslada a orillas de una hermosa playa del Este.
Con un hueco en las tripas, nos acercamos al único restaurant de la zona. Un ventorrillo que consistía de seis mesas al aire libre. Antes de darnos un chapuzón, agarramos un par de menús plastificados. Yo me decido por el pescado del día. Jen opta por la mariscada.
-Te van a dar tres mierditas, como a mí ayer, le aconsejo.
-Estamos en el mar. De seguro que aquí le pondrán más mariscos.
El plato en cuestión salió igualito que el del día anterior, o sea, una porquería.

En la mesa da al lado, una chica cubana cubierta en tatuajes está sentada en la mesa con cuatro muchachos a quienes, por su acento, se les adivinaba una procedencia de allende los mares. Uno se le sienta bien pegadito a la tatuada y al hacerlo, se le cae la cerveza de la mano.
-Lo tienes nervioso, dice –relajando- uno de los amigos.
-¿Cómo no ponerse nervioso con una hembra así?, dice el otro.
-La morenita se sonríe y se toma un trago.
-Miro a Jen. Sé que ha estado registrándolos desde que nos sentamos. ¿Cómo explicar lo que veía? Cuatro hombres jóvenes, viajando sin mujeres, obviamente, straights, celebrándole “una conquista” al amigo.
El amigo, a su vez, era el único de los tres que no mantenía una distancia corporal respetuosa con la muchacha. Su lenguaje corporal era invasivo, una mano colocada sobre el espaldar de la silla de ella, su pierna casi tocando la de la chica.
-Creo que a ese le están celebrando una despedida de soltero, dice Jen.
-¿Será puta la cubana?
-Ssssch, habla bajito, por dios.
Una chica extranjera, pasada de tragos, le gritó a la mesa de los muchachos
-Cuando terminari, me la prestare, por favore.
-¡Ah!, pues sí es una puta, concluyo.
-Sssschh, ¡que te calles!

Al rato, nos ponemos los trajes de baño entre el follaje de los almendros, tratando de no pisar las toallas sanitarias ensangrentadas y botellas de Bucanero tiradas bajo las sombras. También ahí, al final de la tarde, nos ponemos la ropa seca, preparándonos para regresar, ya que no había baños, duchas o vestidores. En lugar de eso, la exuberante vegetación tropical nos prestaba sus hojas frondosas para jugar el papel de cuarto privado, inodoro o depósito para pañales desechables.
El chofer que nos trajo quedó de pasarnos a buscar. Sin embargo, jamás lo volvimos a ver. Unas chicas italianas, (no las borrachas del ventorrillo, sino otras) le habían pagado la ida y la vuelta al truhan del chofer. No se podían creer el desplante. Esperamos por horas. No llegaban más taxis. Ya oscuro, hacemos un arreglo de pago con un nuevo conductor que apareció por allí de milagro.
Este taxi nos deposita en la avenida del puerto, donde arribamos poco antes de la puesta en escena del cañonazo de las nueve. Entre la avenida del puerto y El Morro, hay un mar oscuro y bravo. Del otro lado, erguida en los tiempos coloniales, sobresale en el tope de la colina una fortaleza, regia como una imposición.
-Subamos al Morro a presenciar el disparo del cañón.
-¿Cómo cruzaremos hasta allá?
-¡Nadando no se va poder!
-Habrá que buscar un taxi.
Paramos uno.
-¿Cuánto nos cobra para subir al Morro?
-$15
-Te damos $5
-Te lo dejo por $8 si vienen de vuelta conmigo.
-Ok.

Una vez en la antigua fortaleza, descubrimos que necesitamos c.u.c. para comprar las entradas. Los euros se nos han acabado. Es domingo por la noche y las casas de cambio no abren hasta la mañana. Le pregunto a una chica uniformada de blanco, ¿me cambias 20 euros?
– ¡Ja!, amiga, ¿cómo se le ocurre pedirla a una cubana 20 duros? No sabe’ que a mí me pagan eso al mé’.
Para nuestra suerte, encontramos a una pareja de españoles. Ellos nos salvan de la situación. Canjeamos los euros por c.u.c’s. Pagamos. Nos adentramos en la fortaleza.

¿Qué les puedo contar del tan esperado cañonazo?
Llegadas las nueve, hay un gentío enorme. No vemos cuando los guardias vestidos de bufones se aproximan ceremoniosamente al milenario artefacto. Solo alcanzamos a escuchar el jodido disparo, cuyo estruendo nos pega un susto tremendo.
-¡Pucha madre!, gritó un sudamericano, sorprendido por el estruendo.
Al término del evento, buscamos entre una multitud al taxista con quien habíamos acordado retornar.
-¡Hey!, méxicanas!, le oímos clamar.
Nos subimos a su carro y hallamos dos turistas montados en el asiento trasero. ¡Había encontrado clientes y ya se iba a ir sin nosotras!
-Vengan corazones. Móntense, que llevo rato esperando a que salgan.
Nos propone que vayamos a un lugar nocturno llamado “La Fábrica”.
Jen quiere ir a bailar. Yo no doy para más. Lo conversamos. Le pedimos a Orlando que nos lleve al Vedado.

Esta vez sí fuimos a cenar al famoso restaurante “La Fiesta”.
Pedí cordero y Jen, una vaca frita. Ninguno de los dos platillos sabía rico.
De golpe, me entran unas ganas descomunales de largarme para mi casa. Dos días en la tierra del fallecido Fidel Castro y ya estoba contando los minutos para volver a mi mundo de broadband wifi, de precios fijos, de sándwiches con tomate y lechuga adentro, de cordero bien adobado con cúrcuma, de gente que no me pide en la calle las sobras de la pasta de diente o del desodorante, de no tener que recurrir al regateo, de policías que no atosigan al tour guide, de amigos desinteresados, de pagar con una sola moneda, de que no me traten de engañar con el cambio, de cuando me identifico como dominicana, no me hablen de un negrito que le vende el alma a las turistas a cambio de una pizza. ¡Ñoooooo!
++++
(Lunes)

Recién despunta el alba, me dedico a buscar una manera de conectarme con el internet. Necesito hacerle saber a mi jefe que estaré ausente.
Como recordarán, su humilde servidora tenía que presentarse a trabajar a principio de semana. Erróneamente, había asumido que nuestro vuelo de ida estaba planeado para las 6 a.m., en lugar de las 6 p.m. En vista de que nuestra anfitriona no tenía wifi, indago sobre las posibles alternativas.
-Si te vas al parque de la 14 con la 23, allí hay unos vendedores. Les compras una tarjeta. ¿Tienes celular? Bueno. Con el celular te montas en la red que aparece en la tarjeta. Te dan una hora de conectividad por $3 c.u.c. , me explica la gigantesca señora.
-Habla tú, Coco, añade. Tú suenas como si fueras de oriente. A tu amiga que no hable, que de una vez le van a notar que no es de por aquí.
-A mi amiga hay que sacarle las palabras con cucharita, le contesto.
-¡Buena suerte!
-Muchas gracias.

Llegamos a la intersección de la 14 con la 23. En cada uno de los bancos del parque hay una persona hablando por su portátil o enviando mensajes de texto o escribiendo un correo electrónico o con los audífonos puestos. Era todo un café-internet, menos el café.
Concluyo mi transacción con una de las vendedoras, escribo una explicación a mi supervisor, coordino con una colaboradora para que me reemplace en la radio, le hago saber a mi hermana por WhatsApp que mi estadía en el extranjero se extenderá más allá de lo que originalmente asumí y cuando termino, instintivamente, reviso la caja de outgoing messages, para descubrir que algunos de los correos no fueron enviados.
Preocupada, me acerco a la vendedora de las tarjetas y le inquiero: ¿qué está pasando?, ¿por qué no salen los correos?
-Ha de ser el hot spot, debe andar sobrecargado.
-Por mi madre, ¡no me diga una cosa así!
Me alejo del parque echando humo por las orejas.

Seguimos caminando en dirección al Hotel Nacional. De bajada, Jen le compra una copia pirateada de reguetón a un vendedor ambulante, quien nos advierte que
Debemos llegar al aeropuerto con tres horas de anticipación.
Fieles a su consejo, cerca de las 2:30 pm, abordamos un vehículo descapotable, pintado de color rosa, que data del 1950. Sentadas sobre el vinil blanco, finamente adornado con tachuelas doradas, enfilamos con destino al aeropuerto. En el camino, el propietario de la reliquia nos comenta que un gringo le han ofrecido $50,000 dólares por el carro.
-No puedo vendérselo, el gobierno lo tiene prohibido.
-¿Prohibido? ¿Adio’ y por qué?, pregunto.
-Porque es considerado patrimonio de la humanidad.
-¿O sea, que es tuyo, pero no se lo puedes vender a nadie?
-Se lo puedo vender a otro cubano residente en el país, a nadie más.
-Ya.
-Pero si un cubano tuviera $50,000 dórales para comprármelo, la policía lo investigaría. Los salarios son muy bajitos, tú sabe’. Y trabajando honradamente, nadie junta $50,000. No en Cuba.
-En otras palabras, amigo, usted no va a poder venderlo nunca.
-Nunca.
-¡Guao!, ¡qué fuerte!

Antes de darnos cuenta, estábamos frente a la terminal II del Aeropuerto Internacional de La Habana. En el trayecto, apenas unas pocas señales indicaban que conducíamos por el camino correcto. De hecho, la carretera que lleva al aeropuerto y las diferentes terminales del mismo, tienen una cosa en común: carecen de señales para guiar al viajante. Si una no tiene la dicha de ir en la compañía de un taxista aguzado, se pasarías dos horas preguntando o adivinando la ruta para encontrar las terminales.
Entramos a buscar nuestra línea aérea y nos percatamos que nos han traído a la terminal equivocada. Los vuelos correspondientes a nuestra línea área salen por la terminal III.
¿Podremos tomar un trencito o un autobús designado a movilizar pasajeros entre las diversas terminales?… preguntamos a los empleados del aeropuerto.
-No, tienen que tomar un taxi.
Tomamos otro taxi. En el trayecto, me aventuro a preguntar a conductor:
-Señor, ¿cómo es posible que ustedes, los taxistas no sepan las terminales por las cuales llegan y salen los vuelos? Se lo comento, porque he viajado por muchos aeropuertos y siempre, con decir el nombre de la línea aérea, el taxista sabe cuál terminal me toca.
-¡Ay, m’hijta! Aquí no es así la cosa. Uno no sabe nada. No hay información. A los choferes nadie nos dice ni por donde, ni a qué hora, ni nada.
-Entonces, ¿cómo sabe usted a que terminal llevar a sus pasajeros?
-¡Pues, el turista tiene que decirnos!
-¡Ah, caramba!, respondo, entre perpleja y … ¿cómo se diría en Cuba?… ¡¿EM…GADA!?
-Bueno, lo importante es que llegaremos a tiempo, dice Jen, con su espíritu conciliador en overdrive.
Aunque estuvimos a tiempo, el vuelo no tocó tierra con puntualidad.
Unas dos horas y tres latas de cervezas Presidente más tarde, ¡por fin!, nos llegó el momento de abordar.
La línea aérea Southwest no asigna los asientos de antemano, de manera que para de asegurar el orden de abordaje, se emplea un sistema de grupos y números, cuyo orden es masivamente ignorado por el espontáneo ánimo del isleño.
Un norte-americano insiste en mover a todos los cubanos que se le han puesto en frente.
-Excuse me, excuse, I am número A-17, explica con voz impaciente.
-Estamos en Cuba, “brothel”, le dice un hombre alto, sin molestarse tan siquiera a mirarle.
– Me importa un carajo, lo segunda otra voz.
-Honey, shut up, le dice la esposa.
-It’s the principle, it is myyyyyy turn, responde el desteñido hombrecito, evidentemente irritado,
-You better shut up, enfatiza la esposa.

¿Se movieron de lugar los tipos fuera del orden numérico?…
La respuesta te la dejo a tu imaginación.

Si me preguntas: ¿valió la pena este viaje?
Te responderé: -¡claro que sí!
De no haber sido por este fin de semana en La Habana, jamás habría podido decirle al espíritu de Guillén, donde quiera que se encuentre
– tienes razón poeta, los burgueses de otrora fueron vencidos. No obstante, en tu país todavía existe la pobreza, el racismo, la prostitución y una nueva burguesía que goza de muchos privilegios. Mientras tanto, tu pueblo sigue viviendo sin zapatos ni rosas, sin sombrero ni nubes, sin camisa ni sueños. Y hoy, soy yo quien piensa en sus largos días.

Not having a native English accent, is it an impediment?

ESL1

by Hergit Penzo Llenas

Today, sixty percent of all the nations on Earth speak English (Oliphant, 2010), 335 millions of whom are native English speakers (Lewis, 2015). The rest, which are estimated to be over 2.6 billion people, are considered non-native English speakers (NNE).  I am a NNE, also known as an L2 learner, or English as Second Language (ESL) learner. As in my case, most L2 learners primarily learned grammar and vocabulary in school, and had limited to no exposure to pronunciation training and instruction, especially during the early stages of learning where it is needed the most (Derwing, 2010). A vast body of evidence suggests that oral proficiency can only be achieved through targeted instruction (Saito, 2011). Phonological instruction greatly impacts the L2 overall intelligibility. Even after achieving a high degree of proficiency, if the L2s’ pronunciation is lacking, he or she may not be able to make themselves understood (Atli & Su- Bergil, 2012). The lack of pronunciation teaching contrasts with the L2 learners’ desire to achieve a native like speaker pronunciation (Pourhossein, 2011). On one hand, teaching pronunciation remains largely neglected, and on the other, data demonstrates that a large percentage of English as Second Language (ESL) students seek to achieve a native-like accent (as cited in Murphy, 2013, p. 259). Should it be the goal of L2s to aspire a native-like status, or should it be to become a proficient bilingual speaker?

Understanding pronunciation

What is pronunciation? It can be defined as speech articulation or a “sub-skill of speaking” (Pourhossein, 2011), it is also considered “one of the most complex human motor skills” (Hu et all, 2012), and Canarajah describes it “as the linguistic feature most open to judgment” (as cited in Murphy, 2013, p. 260). It is so complex because it is a very dynamic process, one that engages many neural resources at different stages over a stretch of time. (Hu et all, 2012) This process entails, among other things, to be able to connect a sound to a symbol, then this symbol has to be stored in the memory, later is has to be retrieved from the memory and replicated or mimicked verbally in the form of a sound, all of which involves a network of neural mechanisms such as the left insula, the temporal areas, the cerebellum, the basal ganglia and other articulator and auditory organs like the tongue, the lips, the teeth and the ears (Hu et all, 2012). If an adult L2 learner accomplishes some of the previous steps with a high degree success, there is still a great chance that the sound s/he mimics will not be the same as the one produced by a native speaker (Hu et all, 2012). For the purpose of the present work, we will use Crystal’s definition of accent, who defines it as: “The cumulative auditory effect of those features of pronunciation that identify where a person is from, regionally or socially” (2003). The question remains: is this inability to reproduce native-like accented speech an impediment to effective oral communication?

 Comprehensibility, intelligibility and accentedness

According to many second language acquisition theorists, L2 speech should be judge based on the concepts of accentedness, intelligibility and comprehensibility (Atli & Su-Bergil, 2012). Accentedness is the degree of difference between the pattern a listener expects to hear from an utterance and the actual delivery of that utterance in a pattern that differs from such expectation (Saito, 2011). Intelligibility refers to “the degree to which a listener understands a speaker” and comprehensibility is “a judgment of how easy or difficult an individual’s pronunciation is to understand” (Derwing, 2010). All of these concepts are technical terms that describe facets of L2 pronunciation.

Murphy meets Bardem: The importance of supra segmental features

 

In the winter of 2010, the linguist John M. Murphy (2013) watched an interview with Javier Bardem, the award winning movie star. The interview was aired without close captions on the Public Broadcasting System in the United States. Javier’s first language is Spanish. His speech exhibits a marked non-native English accent. The linguist was intrigued by Bardem’s mix of accented, but intelligible and comprehensible pronunciation. Motivated by this interview, he sought to determine if Javier’s speech could be used as a supplementary model to teach pronunciation to ESL learners. The following were the four research questions:

  1. “Is Javier Bardem an intelligible, comprehensible non-native English speaker (NNES)?
  2. What are some of the qualities contributing to the intelligibility and/or comprehensibility of Bardem’s speech? What is he doing well?
  3. What are some of the qualities impeding the intelligibility and/or comprehensibility of Bardem’s speech?
  4. What are some of the qualities contributing to the non-native accentedness of Bardem’s speech?” (Murphy, 2014, p. 262)

In order to address the question, a group of 34 ESL professionals were chosen to complete a 16 question questionnaire.  The group consisted of faculty members, researchers, ESL teachers, administrators, recent graduates, coordinators, and pronunciation tutors. The participants were asked to indicate various levels of agreement or disagreement regarding a set of statements. The results showed that 100% of the respondents agree or strongly agreed that Javier’s accent is different from native English Speakers. At the same time, 100% of them also agreed or strongly agreed that they found him very easy to understand.

Findings

An analysis of their responses revealed key characteristics that made Javier’s speech easy to understand. For one, he made an effective use of paralinguistic features such as facial expressions, and hand movements (94%). He also efficiently used linguistic features such as  intonation (88%), rhythm (88%) and sentence-level stress (82%) -which are known by the technical term of supra segmental features-.  Seventy percent of the judges agreed or strongly agreed that his word endings were very clear; though he did commit some other segmental errors (individual sounds), for example, when pronouncing “banity” instead of “vanity”, “especific” vs “specific”, or “theengs” vs “things.”

Yet these errors did not seem to lessen his intelligibility.

Others concur

Murphy’s findings were similar to those published by Abbas Pourhossein (2010). In his study, it is revealed that supra segmental features are more important than segmental ones as they constitute a crucial component of understanding and training L2 speakers. He claims that “Individual sounds are not in themselves very important to intelligibility (…) a learner with good stress and intonation and poor pronunciation of, say, ‘th’, is very easy to understand”(75).

 Professor Saito’s study: Awareness of segmental features

Nevertheless, while Pourhossein and Murphy both speak of the importance of the paralinguistic and supra segmental linguistic features, Saito (2011), focused on the segmental aspects of L2 learning.  His study was based on twenty adult native Japanese speakers (NJs) of English in ESL.To conduct this study, Saito randomly selected 20 native Japanese speakers. All but four participants had just arrived to upstate New York. The others had been living in the United Stated a bit longer, an average of 2.3 months. The twenty students were taking regular university level classes as well as two to three ESL classes per week. They self reported to be highly motivated to learn, and used many daily opportunities to practice English. The group was divided into two, with 10 participants belonging to a control group, and 10 belonging to an experimental group. The control group, unlike the experimental group,did not receive instructional treatment, although the control group was not informed of this. The study consisted in exposing the experimental group to four-hour explicit phonetic instruction: one hour every week for four weeks. In the meantime, the control group read in the library. Every participant had to take a pre-test and a post-test, including a sentence-reading task and a picture-description task.  The chosen sentences were loaded with problematic individual -or segmental- sounds for a Japanese native speaker, for example: f,v,w,l, ɹ,ð,æ,θ. The post-test took place two weeks after their last lesson. Four raters were assigned to listen to the recorded data. The listeners were experienced instructors of phonetics and/or ESL at the university where it was conducted. Their job was to rate the speakers in a scale from 1 to 9 on accentedness and comprehensibility (for the first rubric:1 being = native like, and 9= heavily accented;  and for the second rubric:1 = no effort to understand to 9= very hard to understand).

Findings

The results showed no significant difference in the context of accentedness, either in sentence-reading nor in picture-description. However, there were significant gains with respect to comprehensibility, particularly in performing the sentence reading task. The experiment confirmed that with feedback and targeted instruction, ESL learners do not necessarily lose their accent, but do exhibit “general improvement in comprehensibility.” Saito, concurring with Murphy, concludes that although some features of accent may be very marked, they don’t interfere with intelligibility.He also urges teachers to develop L2 phonological awareness, and stresses the significance of making the L2 students consciously aware of the difference between their own individual sounds and those produced by a proficient speaker.

Conclusion

One could argue, then, that acquiring a native speaker pronunciation is not essential to become a successful multi competent speaker, since many studies demonstrated (Saito, 2011; Atli, 2012; Murphy, 2013) that native-like speech is not essential for comprehension and intelligibly.  Furthermore, only 5% to 15% of adult ESL learners ever manage to reach accent free speech (Hu et all, 2013). In fact, according to Saito (2011), those non native speakers who have achieved native-like accent are to be counted among the exceptions, not the rule.  By shifting their focus towards supra segmental proficiency, non native speakers can improve their oral communication, which may result in becoming more intelligible speakers. Instead of favoring some assumptions that make L2s believe they ought to sound like a native English speaker, Second Language learners should aim at raising their own level of awareness of the phonetic alphabet, which can be achieved through instruction as recommended by Saito. In addition, they should learn basic linguistic features, such as rhythm, intonation, and word stress. Ultimately, when it comes to L2 pronunciation, the importance of producing native-like speech is second to being easily understood.

 

 

 

 

References

 

Atli, I. & Su Bergil, A.  (2012). The effect of pronunciation instruction on students’ overall speaking skills.  Procedia-Social and Behavioral Sciences, 46, 3665-3671. doi:10.1016/j.sbspro.2012.06.124

 

Canagarajah, S.  (2005). Editor’s note. Tesol Quartely, 39, 365-366.

Chiu, Y.  (2012). Can film dubbing projects facilitate EFL learners’ acquisition of English pronunciation?  British Journal of Educational Technology, 43, 24-27.

doi: 10.1111/j.1467-8535.2011.01252.x

 

Crsytal, D. (2003) A dictionary of linguistic and phonetics. Oxford: Blackwell.

 

Deng, J., Holtby, A., Howden-Weaver, L., Nessim, L., Nicholas, B., Nickle, K., Pannekoek, C., Stehan, S. & Sun, M.  (2009). English pronunciation research: The neglected orphan of second language studies. Retrieved from http://pmc.metropolis.net

 

Derwing, T.M. (2010). Utopian goals for pronunciation teaching. In J. Levis& K.K. La Velle (Eds.), Proceedings of the 1st Pronunciation in Second Language Learning and Teaching Conference, Iowa State University, Ames, IA.  Iowa State University.

 

Ducate, L. & Lomicka, L.  (2009). Podcasting: An effective tool for honing language students’ pronunciation?  Language Learning & Technology,13 (3), 66-86.  Retrieved from http://llt.msu.edu/vol13num3/ducatelomicka.pdf

 

Hartshorn, J.  (2013). An analysis of ESL learner preference for native accent retention and reduction.  The Journal of Language Teaching and Learning, 2, 1-20. Retrieved from http://www.jltl.org/jltl

 

Hu, X., Ackermann, H., Martin, J., Erb, M., Winkler, S., & Reiterer, S.  (2012). Language aptitude for pronunciation in advanced second language (L2) learners: Behavioral predictors and neural substrates.  Brain & Language, 127, 366-376.

doi: 10.1016/j.bandl.2012.11.006

 

Khan, N. & Ali, A. (2010). Improving the speaking ability in English: The student’s perspective.  Procedia-Social and Behavioral Sciences, 2, 3575-3579.

doi: 10.1016/j.sbspro.2010.03.554

 

Murphy, J.M.  (2013). Intelligible, comprehensible, non-natives models in ESL/EFL pronunciation teaching.  System, 42, 258-269.  Retrieved from http://dx.doi.org/10.1016/j.system.2013.12.007

 

Lewis, M. P., Simons, G., & Fennig, C. (Eds.), (2015). Ethnologue: Languages of the world. Dallas. Texas: SIL International. Retrieved from: http://www.ethnologue.com

 

Oliphant, R.  (2010). How to be an effective user of standard worldwide American  pronunciation English.  Speaksharp, 6 (2) 10-120.  Retrieved from http://doaj.org

 

Pourhossein Gilakjani, A.  (2011). Why is pronunciation so difficult to learn?  English Language Teaching, 4(3), 74-82.  doi: 10.5539/elt.v4n3p74

 

Saito, K.  (2011). Examining the role of explicit phonetic instruction in native-like and comprehensible pronunciation development: An instructed SLA approach to L2 phonology.  Language Awareness, 20(1), 45-59.  doi: 10.1080/09658416.2010.540326

 

Viaje a la fiesta de Globos en Albuquerque

albuquerque_balloon_festival_gallery_10_470x320

-¡Te va a encantar, chica!, me dijo Linda
-Hacía tiempo que quería ir a verla.
-¿Por cuántos días van?
-De viernes por la noche al domingo por la tarde. ¿Crees que es poco tiempo?
-Algo apretado, pero les alcanza si no hay brisa.
-Yo hubiera preferido tomarme una semana, pero Atena tiene un trabajo nuevo y no se atreve a pedir permiso.
-¿Y dónde está ahora?
-En A&B como directora de Relaciones Públicas.
-Ya, toma.
-¿Qué me has traído?
-El brochure del hotel, un mapa de Albuquerque y el calendario de actividades de la Fiesta Internacional de Globos. Es del año pasado, 2011, pero igual sirve para que te hagas la idea.
-¡Genial!
-¡Verás qué padre! ¿Qué día sales?
-El cinco de octubre.
-Toma muchas fotos. ¡Es tremendo espectáculo!, me dice con una sonrisa jocosa y se marcha.

Llegada la fecha, mi prometida y yo salimos para el aeropuerto con dos horas de adelanto. No nos topamos con mucho tráfico ni hubo una espera muy larga al pasar los puestos de seguridad en el McCarran International Airport, así que llegamos tempranísimo a la puerta de embarque que nos correspondía. Entonces, divisamos un bar cercano.
– ¿Una cerveza para matar el tiempo?, me propone la rubia platino.
-¡Claro!
Tres cervezas más tarde me siento muy relajada. Me voy a echar una siestecita en el avión, pienso. No obstante, un niño llorando y pateando en el asiento de atrás me arruinó el plan.

Aterrizamos en Albuquerque cerca de la medianoche. Nos anima descubrir el ambiente tan festivo, con globitos colgando por todas partes. La terminal era pequeña, fácil de caminar. Solo aquellos que veníamos en ese vuelo deambulábamos por el lugar, rompiendo el silencio con el eco de nuestros pasos. Detrás de los mostradores no había rastros del personal. Tocamos una campanita unas cien veces antes de que apareciera el representante de la compañía Rent a Car. Un señor calvo, con los ojos vidriosos, sale por la puerta del fondo, opuesta a la ventanilla de servicio. Era obvio que se acababa de despertar porque ostentaba sobre la mejilla derecha, como un sello, las marcas de algún tejido.
De inmediato, nos pide que firmemos aquí y allá.
-¿Cuál de las dos va a manejar?, pregunta.
-Ambas, dice mi media naranja.
-En ese caso, tendrán que pagar más, responde.
-¿Por qué?
-Para poder manejar dos personas el mismo vehículo, sin que les afecte la tarifa, tienen que estar casadas.
-O sea, ¿qué es un privilegio “exclusivo” para heterosexuales?, replica Atena, escribiendo con un gesto las comillas en el aire cuando articula la palabra.
Le doy un pellizco para que se calle, a sabiendas de que no se callará. Por mi parte, estoy demasiado cansada para ponerme a discutir sobre justicia social con el calvito de camisa arrugada. Me mantengo al margen del pleito.
El hombre dice: – Las reglas son las reglas.
No vale protestar, el contrato y sus términos, se quedan igual. Recogemos un coche de cuatro puertas y veinte minutos después llegamos al hotel.

El lobby lucía muy alegre. Estaba adornado, igualmente, con globos en miniatura. Tocamos la campanita unas cuantas veces. La recepcionista sale a recibirnos con las greñas alborotadas.
-Deme su identificación personal y tarjeta de crédito, por favor.
-Buenas noches, le dice Atena.
No le contesta.
Le doy lo que me pide.
-No encuentro su reservación, responde. ¿Me da su número de confirmación?
Tiro las maletas al suelo, abro la cartera. Hurgando, saco una docena de cosas antes de dar con la dichosa hoja. Mientras, la muchacha dice:
-Pos no tenemos cupo. Todos los hoteles de la ciudad están sold out. Este es un fin de semana muy busy, celebramos la Fiesta Internacional de balloons.

Mi amada está a punto de decir algo, cuando alargo el brazo y extendiendo el papel hacia la chica, quien luego se dedica a punchar y punchar el teclado por una eternidad.
Finamente, me entrega dos llaves y un bosquejo -que parece un laberinto- con las instrucciones de cómo llegar a nuestra habitación. Le doy las gracias. Recojo el equipaje, la cartera, las llaves, la confirmación y el mapa.
-Si es tan amable, llámenos para despertarnos en tres horas, le pide Atena.
-Okay.
Suena el ¡RING! y pego un brinco que me tumba de la cama. Estaba en el último de los sueños. El susto me deja con taquicardia. Nos alistamos de prisa, entusiasmadas. ¡Estamos locas por ver el ascenso de los globos en el alba!
De vuelta en la recepción alcanzo a ver unas cafeteras de aluminio contra la pared.
-Es un dólar por una taza, demanda una señora flaca. Le doy un billete de veinte.
-No tengo cambio, responde.
-¿Dónde puedo cambiar el dinero?
-Pregunte en la recepción.
La recepcionista tampoco tiene cambio.
-¡Qué se la va a hacer!, suspiro alejándome.

El minibús del hotel nos lleva al estacionamiento de donde parten los autobuses con destino al evento. Según oímos, unas cincuenta mil personas seremos transportadas por esta vía.
En la larga fila, observamos a la gente cargando sillas portables, mantas, múltiples envases térmicos y nos burlarnos de ellas. ¡Caramba! ¿Cuál es la necesidad de viajar con tantas cosas?…
Al rato, estamos montadas en el autobús con destino al campo. Allí, un valle inmenso es el hogar de cientos de canastas rellenas de telas multicolores que aguardan el momento para echarse a volar.
Titiritando de frío, caminamos alucinadas entre columnas y columnas de globos. Yo no le quitaba las manos de encima a la cámara fotográfica, con el dedo, cual gatillo, sobre el botón de disparar. ¡No me iba a perder por nada del mundo ese instante glorioso cuando una miríada sicodélica de esferas saliera flotando al unísono, como las voces de un coro, con la aurora de trasfondo!
El sol subió, pero los globos no.
– ¡¿Qué?!
-Que cancelaron el evento, señoras.
-¿Y por qué?
-Porque hay demasiado viento, ¿no ve?

Dimos más vueltas que un trompo antes de descubrir a las veinticinco, de las cincuenta mil personas, ya alineadas para regresar a la ciudad. Esperaban su turno sentadas en sus sillas plegadizas, arropadas en sus gruesas mantas de lana, calentándose con el té o el café que habían traído en sus envases térmicos. Atena y su servidora éramos, quizás, las únicas dos idiotas vestidas con unas finas camisetas de algodón en este descampado abatido por unas cortantes ráfagas más frías que el hielo. Mi valkiria me deja cuidando nuestro sitio en la cola y se marcha en busca de algo que pudiera calentarnos. Regresó con un cartón de papas fritas cubiertas de ese chile verde que tanto le encanta.
Nativa de San Antonio, Texas, creció comiendo picante. Yo, sin embargo, no estoy acostumbrada a eso. En definitiva, el chile nos eleva la temperatura, aunque brevemente. Tardamos dos horas y media para acceder al ómnibus que nos retornará a la ciudad.
Una vez en el pueblo, acordamos quedarnos despiertas. ¡Vamos a aprovechar al máximo! ¡Vamos a empaparnos de cultura local! Tomamos nuestro carro y nos vamos al centro.

Resulta que el comercio aún no estaba abierto. Los letreros aclaraban: abrimos a las 11.30 a.m. Miro el reloj, son las nueve de la mañana. Sin rumbo, como dos náufragas, navegamos las callecitas coquetas hasta que el primer restaurante abre las puertas. Muertas del hambre, nos lanzamos adentro de cabeza. Salvo las papitas, no le habíamos echado nada sólido al estómago desde el día anterior. Desayunamos el platillo más popular: carne de cerdo en chile rojo. La hartura nos pega durísimo. Inundada por un cansancio brutal, tiro la toalla:
-Vámonos a descansar.
-¡Excelente idea!, responde mi amazona.

Al anochecer teníamos planeado ir a ver El resplandor. Una de las revistas turísticas lo describía de la siguiente manera: “En la luz moribunda del poniente, incorporados sobre su llama fulgurante, brillan, cual lámparas chinas suspendidas en el espacio, una multitud de vejigas radiantes.”
A las cinco de la tarde estábamos de nuevo en pie. ¡Por fin veremos los globos!
De paso, paro en la tienda de la recepción para comprar un alka seltzer. Sin proponérmelo, me envuelvo en una conversación con Joanne, la dueña del local. Me cuenta algunas de sus experiencias como voluntaria de la fiesta. También, me recomienda que instale en mi teléfono el app con el programa de la misma.
-A fin de que te mantengas informada, porque si el viento sopla a más de diez millas por hora, la suspenden, ¿sabes?…
-¡Esta tecnología me hubiera servido tanto esta mañana!, gracias, le digo.
-Muchas gracias, repite Atena.
Casi al instante de instalar el app, me manda un boletín meteorológico: la velocidad del viento actual es de doce millas por horas.
-¿Qué piensas cariño? ¿nos vamos o nos quedamos?
-No sé.
– Vamos a preguntarle a Joanne.
Nuestra amiga nos dice que es muy probable que cancelen todo.
-Mejor nos vamos a ver tiendas, chula, ¿no?
-Sería una pena ir hasta las afueras en balde.
-¿Nos quedamos?
-Nos quedamos.

Anduvimos el casco viejo de punta a punta. Cuando los pies no nos daban para más, nos sentamos a cenar en un café al aire libre. El menú ofrecía una gama de platillos de tierra y de mar, la mayoría condimentados con chile.
-¿Sabe si suspendieron El resplandor?, le pregunto al camarero.
-Acabo de escuchar que se dio.
-¡Carajo, nos lo perdimos!, refunfuño mal humorada.
-Bueno, todavía tenemos mañana por la mañana, me consuela mi otra mitad.
-¡Es nuestra última oportunidad!

Imploro para que al día siguiente las condiciones del tiempo sean ideales.
Nos acostamos antes de las diez. Queremos estar descansadas cuando suene el teléfono a las cuatro de la madrugada.
Duermo apaciblemente, pero un dolor en las tripas me devuelve la conciencia. Un mugido quedo al principio, seguido de una serie de bramidos y cólicos feroces. Salgo disparada para el baño. Alcanzo a llegar con las justas, antes de que ocurra un vergonzoso accidente. No bien termino de desahogarme, empiezo a vomitar. El chile me sale a chorros, cual lava ardiente, por una y otra salida.
Me tiendo en el suelo, la frescura de las losetas me reconforta mientras abrazo la taza blanca. Luego me le siento encima y después la vuelvo a abrazar. En ese sube y baja me paso varias horas. Estoy empapada de sudor, -y de cultura- mi tez, normalmente rosadita, ha adquirido un tono amarillo verdoso. Botando chile hasta por los poros, trato de incorporarme, pero advierto que me faltan las fuerzas.
-¡Atena!, grito, creyendo que me voy a desmayar.
Atena abre la puerta con los ojos azules desorbitados.
-¡Muévete, muévete que estoy mal! vocifera empujándome, al tiempo que toma posesión del altar.
Nos turnamos.
A las cuatro llaman de la recepción. Arrastrándome, intento alcanzar el teléfono, mas no puedo, no sé para qué lo quiero, tal vez para pedir auxilio, no me acuerdo. Poco a poco me logro trepar en la cama. Creo que pierdo el conocimiento o me duermo durante intervalos de media hora.
He colocado el cubo de la basura al lado de la cama en caso de que tenga que seguir expulsando. Atena se ha enrollado al inodoro como una gata.
Eventualmente, enciendo la televisión. Los locutores de las seis anuncian, súper contentos, que soltaron los globos.
Quisiera ponerme a llorar, pero temo no tener suficiente líquido en el cuerpo para dos lágrimas.
¿Cómo haremos para soportar el vuelo sin descomponernos?, pienso en ese momento.

Invertimos cuarenta dólares en antidiarreicos para poder abordar el avión esa tarde.
Deseosa de ver, por lo menos, un globo volando, echo una ojeada esperanzada a medida que ascendemos. No obstante, aparte de unas cuantas nubes, no veo nada.

Crónicas de una mulata trotamundos
de Hergit Penzo Llenas
http://www.meridianoCoco.com

Nuevas oportunidades

Dice un viejo proverbio que no hay mal que por bien no venga. A pesar de que las circunstancias causadas por la pandemia son desafortunadas, este evento ha provocado que la educación esté experimentando una profunda – y ya tardía- reexaminación. Desde la perspectiva de los maestros, el tener que adaptarse de manera rápida y forzosa a enseñar en línea ha acelerado el tránsito a modelos que se veían como lejanos o circunscritos a cierto, pero no todo, tipo estudiante.
La creación de learning pods (o grupos de aprendizaje) ha abierto la posibilidad al docente de trabajar bajo un contrato privado con un pequeño equipo de niños cuyas familias se han puesto de acuerdo entre sí para contratar a un profesional, el cual es responsable de dar continuidad al proceso de aprendizaje de sus miembros. A su vez, esta alianza otorga a las familias el poder de escoger al maestro-candidato más apto para esta labor, y a la maestra le permite convertirse en una empresaria independiente quien goza de mayor libertad para innovar, dictar su horario, precio y condiciones. Además, este tipo de arreglo facilita una interacción más personalizada entre padres/alumnos/maestros.
Otra medida de emergencia que ha cobrado más popularidad son las micro-escuelas, las cuales suelen albergar de 20-30 estudiantes. Una micro-escuela es con relación a un distrito escolar lo que una lancha es con relación al Titanic. Es decir, que la rapidez de respuesta y readaptación de una micro-escuela es mayor comparada con la estructura de la burocracia pública, dada la independencia inherente es su naturaleza descentralizada. Unos cuantos niños bajo la tutela de unos cuantos maestros resuelve el dilema de capas y capas de mando para tomar cualquier medida, acelerando así las respuestas y soluciones requeridas de acuerdo a cada caso.
Otro sector que está creciendo con auge y entusiasmo, es el sector de homeschooling o educación en casa. En vista que no les quedó otra alternativa, muchas familias han descubierto ¡que sí se puede! Estos padres y madres han tomado las riendas de la educación de sus hijos y han optado por dejarlos estudiando desde sus hogares. Esta modalidad ha venido a salvar el día para niños que sufrían de acoso infantil, o que sencillamente operan mejor en espacios reducidos, entre muchos otros casos. Aún en el ámbito de educación en casa, en ocasiones, se recurre a pagar por un profesional de la educación para que funja como tutor, a fin de cubrir cualquier laguna que haya podido crearse.
En cada uno de los casos anteriores, se agrandan las oportunidades y posibilidades de que los docentes puedan reinventarse como profesionales libres de ataduras, mandatos arbitrarios, protocolos diseñados con la función de que el alumno pueda pasar un test (en lugar de aprender) y todos los demás componentes de ese andamiaje que gobierna la enseñanza.
Ahora más que nunca los maestros pueden lanzarse al campo a ejecutar sus propias visiones, optando por una o múltiples ideas tales como las citadas más arriba. Sin proponérselo, el caos producido por la pandemia ha estimulado la inventiva, empujado la creatividad y permitido la búsqueda de nuevas formas de aprender y enseñar. Y de ahí que el viejo refrán hoy nos caíga como anillo al dedo.

Cada 26 segundos un estudiante se sale de la escuela

Al principio, todo movimiento necesita un padrino que mueva los hilos, pues un cambio de conciencia colectiva no se convierte en ley de no contar con la ayuda estratégica de ciertos aliados. Sin ellos, sería quijotesco buscar renovar o reinventar las condiciones del momento. Por eso, cada vez que nace una idea hay que formar un ejército de creyentes que compartan el mismo ideal y hay que encontrar una fuerza o mecanismo de poder que la empuje.

Hace muchos años atrás, surjió la idea de que todos los seres humanos somos iguales sin importar el color de nuestra piel. Al principio fue como una pequeña chispa. Con el pasar del tiempo, la visión de acabar con la esclavitud que compartieron un grupo de rebeldes resonó con más y más personas. Eventualmente, este movimiento encontró un padrino en el presidente republicano Abraham Lincoln. El 22 de septiembre de 1862, Lincoln emitió un decreto presidencial mediante el cual se declaró la emancipación de los esclavos.

De igual manera, el 28 de junio de 1969 un pequeño grupo de chicos se enfrentó a la policía en Greenwich Village, New York. Estos dijeron BASTA al acoso policial y con este gesto de protesta empezó el final de la opresión oficial ejercida sobre la comunidad LGBT. Aunque tomarían unos cuarenta y tantos años hasta que la Suprema Corte de los Estados Unidos declarara legal el matrimonio entre personas del mismo sexo. Entonces, los padrinos que defendieron este movimiento vinieron de la izquiera liberal. Es decir, del partido demócrata.

En ambos casos, la causa necesitó del apoyo de un partido político que la adoptara y luchara por empujar su merecida validación. Así, la justicia prevaleció hasta que las voces de estas comunidades fueron reconocidas en todo el país. Hoy día, la ley no permite que se discrimine contra uno u otro grupo. 

En el campo de la justicia social, todavía quedan muchas batallas por librar. Una de ellas, es la falta de acceso que sufren los sectores menos favorecidos cuando se trata de una educación de alta calidad para sus hijos. El movimiento que empuja una revisión del staus quolleva el nombre de School Choice u Opciones Escolares. Este plantea la pluralidad de opciones en la educación escolar, de forma tal que los estudiantes no estén predeterminados a asistir a un plantel escolar basado solo en la dirección dónde viven. El padrino que defiende este ideal es el partido republicano, salvo en unos cuantos Estados donde el apoyo ya es bi-partidario. 

En el resto de la nación, los demócratas se han alineado ¡por treinta años! en cerrada oposición contra la apertura de la educación escolar a otros modelos que no sea el mismo de los tiempos de la abuelita. No obstante, el concepto de Opciones Escolares es cada vez es más conocido y aceptado. 

Como en el caso de los dos movimientos citados arriba, se espera que en el futuro la libre selección de escuelas a través de opciones escolares se convierta en la orden del día; o sea en una práctica legal que reinvidique el derecho de todo padre a escoger el mejor medio ambiente para sus niños. Para alcanzar ese ideal, las voces (o votos) tendrán que crear un eco en la conciencia colectiva lo suficientemente grande y poderoso, que sea capaz de cambiar el panorama de la educación escolar para siempre. Mientras llege ese día, cada 26 segundos un estudiante abandona la escuela.

Mes de hispanidad

En este mes que celebramos la Hispanidad, queremos aplaudir la labor que las madres hispanas están haciendo en pos de avanzar la educación de sus hijos. En la mayoría de hogares de habla hispana, es mamá quien se ocupa de los quehaceres escolares de sus hijos e hijas. Y son ellas las que están (casi siempre) hablando con las maestras, abriendo las mochilas, indagando sobre la conducta de los niños y buscando soluciones para los retos que la vida escolar les supone. ¿Quién conoce a un niño mejor que su madre?
La madre observa, cuestiona, aboga, pelea y decide por el bienestar de su familia y para que su descendencia florezca y prospere. Mi madre es una esas madres que no aceptaba un no como respuesta. Mi madre entendía que el mayor tesoro que podía dejarnos era una buena educación. Y por eso movió cielo y tierra para que mi hermana menor y yo pudieramos asistir a escuelas de alta calidad. No solo le importaba que pudieramos aprender a leer y a escribir, además le importaba que aprendieramos aquellos valores que forman los pilares de un ser humano capaz de sentir humanidad y vivir con respeto, amabilidad y un claro compás moral.
De no haber sido por las carreras de mi madre, jamás hubiera podido acceder al nivel de formación que recibí y cuya función principal ha sido el abrir las puertas de muchas oportunidades profesionales y vivenciales. Debo gran parte de lo mejor de mi vida a las bases que dicha formación me regaló.
Y así como lo hizo mi mamá, en este momento hay millones de madres Latinas haciendo una loable labor para asegurarse que el futuro de sus hijos esté asegurado a través de la educación.
Estas son las inconformes, las inquisidoras, las que saben que nadie viene al rescate de sus hijos con el ímpetu y la pasión que ellas lo hacen. Estas madres son las que están respondiendo en las encuestas que quieren más, que sus hijos merecen más, que el sistema tiene que dar más y que la responsabilidad de educar a cada uno de sus hijos no debe recaer sobre los hombros de un solo sistema.
De ahí que, al ser encuestadas, las hispanas junto con los millenials y las familias afro-descendientes dicen apoyar en cifras sobre el 70% la idea de las opciones escolares, cuyo propósito es suplir a los estudiantes de este país con una pluralidad de alternativas que se ajusten a las fortalezas y necesidades de sus niños.
El concepto no es nuevo. En Estados como Wisconsin, la coexistencia de diversos modelos de opciones escolares lleva ya 30 años de implementación. En La Florida, casi 20 años. No obstante, en el resto del país todavía los programas de este tipo brillan por su ausencia. En Tennessee, acaban de emitir un veredicto para anular un nuevo programa de Educacion Savings Accounts (ESA). En Nevada, el liderazgo en poder borró del mapa una ley que data del 2015, la cual creó acceso universal a la libre selección de escuelas a través de ESAs.
En respuesta a la oposición sistemática del gremio que agrupa los maestros, las madres Hispanas se están movilizando para salir a votar. Su objetivo es poner en posiciones de poder a aquellos que, al igual que ellas, creen que una talla no le sirve a TODOS nuestros niños latinos. Así, el voto hispano, como lo fuera el voto obrero del Rust Bell durante las elecciones de hace cuatro años, no debería darse por sentado.

UN ABISMO DIGITAL


El veinticinco por ciento de las familias en los Estados Unidos que ganan por debajo de treinta mil dólares ($30,000) al año no tienen acceso al internet. En septiembre de 2017, un Comité Mixto Económico del congreso ya había descubierto cuan profunda era esta problemática entonces- y más aún ahora.

El informe explicó que las minorías sufren en mayor proporción la falta de acceso al internet. Se encontró que 30% de las familias negras, 26% de las hispanas y 35% de las indígenas no tenían en sus hogares conexión con la red. Este cálculo no incluyó los teléfonos inteligentes que suelen contar con un plan de manejo de datos, pero que no alcanzan para servir a cada niño que está aprendiendo a distancia y a sus computadoras individuales.

En las zonas rurales, la imposibilidad de conectarse a una banda WI-FI se debe, en muchos casos, a la ausencia de antenas. Por eso, el Departamento de agricultura ofreció recientemente $86 millones de dólares en préstamos para expandir el internet en los campos de los Estados Unidos. Esa propuesta data de junio de este año y está aún detenida en el congreso.

En ciudades tan metropolitanas como New York, 38% de las familias de escasos recursos no tienen con qué pagar por este servicio. En un artículo de Mark Lieberman titulado Internet Access Is a Civil Rights Isssue, el autor recuenta la historia de los niños sentados en estacionamientos públicos buscando una banda gratuita a la cual engancharse, para así entrar al salón de clases virtual, que es el único salón al que están asistiendo millones de estudiantes en estos momentos.

En el país más rico del mundo, este tipo de brecha no es únicamente un asunto de disparidades. Es más, “es un asunto alarmante e inaceptable”, expresó Lieberman. Al mismo tiempo, existen soluciones. Entre ellas, se propone la creación de una red de internet que llegue a todos los hogares. Esto podría darse a través de estímulos federales, de iniciativas municipales y de proyectos público/privados.

Por ejemplo, en Chattanooga (Tennessee), se ofrece una alternativa pública al servicio privado. “La fibra óptica de la ciudad se esparce por 600 millas cuadradas y llega a cada casa y cada negocio de Chattanooga”, dijo con orgullo Andy Berke, el síndico de la ciudad. Dicha competencia ha ayudado a mantener los precios controlados y eso ha permitido que más personas se conecten con el servicio. Otro ejemplo, es el programa ofrecido por el Bureau of Indian Affairs, cuyo propósito es subvencionar un estudio de factibilidad para desarrollar y/o expandir un sistema de redes dentro del territorio tribal.

Mientras todas estas piezas caen en su lugar, creemos que las organizaciones comunitarias juegan un papel importantísimo en el trabajo de aliviar esta crisis. Así lo hizo Nevada School Choice Coalition (NSCC), una entidad sin fines de lucro y no partisana, responsable de entregar cientos de computadoras a familias necesitadas de Nevada.

Medidas como las de Chattanooga, NSCC o del Bureau of Indian Affairs necesitan ser amplificadas a fin de acabar con la brecha digital, que es como se ha nombrado el fenómeno de falta de acceso al internet. Un fenómeno que afectó a 15 millones de estudiantes de las escuelas públicas esta primavera, los cuales carecieron de conexiones adecuadas. ¡Y de ahí, la urgencia!

La duda lleva al examen, y el examen a la verdad

La duda lleva al examen, y el examen a la verdad. 
Pedro Abelardo

¿Te has cuestionado alguna vez la naturaleza de tu realidad? Esa pregunta es la cortinilla de entrada para muchos de los episodios de una de mis series favoritas, Westworld. En el contexto de la película, un científico inquisidor busca constatar que la autómata a quien le está planteando la cuestionante continúa percibiendo la vida de la forma para la cual ha sido programada.

Cualquier desviación de la norma, cualquier duda advertiría al programador de un mal funcionamiento en el código implantado.
De la misma manera, en estos tiempos se sospecha de todo aquel que comete la osadía de cuestionar la naturaleza de los sistemas imperantes. Según los tradicionalistas, no hay que reinventar la rueda. Si las cosas se han venido haciendo de cierto modo, pues mejor dejarlas tal y cual están. ¿Cierto? ¡Desde luego que no!

Todo lo bueno está sujeto a ser mejorado. Y en el ámbito de la educación escolar, queda bastante por hacer. ¿Cómo es posible que TODAVIA nuestras familias no se hayan cuestionado la naturaleza de unos los sistemas de servicios públicos más desiguales y racistas que existen?… El que tiene dinero, siempre ha tenido acceso a opciones escolares para sus hijos. Si la escuela que le han asignado en función de su código postal no le gusta, puede: comprar una casa en otro sector dónde las escuelas públicas son excelentes, o se lleva a tu hija a una institución privada, o le paga un tutor y/o le busca una academia después de la escuela para que le llenen las lagunas en ciertas áreas de aprendizaje.

Ahora bien, si no tienes los recursos financieros para pagar por ninguna de las alternativas sugeridas más arriba, ¿cuáles son tus opciones escolares? Podrías encontrar una escuela magnet, que también es gratuita, pero las de alta calidad suelen tener una lista de espera tres y hasta cuatro veces más numerosa que la cantidad de asientos disponibles.

Podrías moverte a una escuela charter, la cual admite a cualquiera de gratis y sin tomar en cuenta la zona geográfica de la cual proviene. No obstante, eso podría implicar que tengas que llevar al estudiante a la nueva escuela en tu vehículo personal, porque las escuelas charters no están incluídas en las rutas del autobus amarrillo. Si no eres propietario de un carro u otro miembro de la familia lo está usando durante el horario escolar, y si el edificio está localizado lejos de la casa, esa tampoco es una opción para.

Además, con las escuelas charter se da lo mismo que con las magnet, si son muy buenas, la lista de espera es muy larga. Entonces, si eres un padre o madre con recursos limitados y la escuela pública que te asignaron no es lo que tu hijo o hija necesita, ¿cómo solucionas este problema?…

Podrías hacer un cambio de zona (open enrollment), solicitar una beca de crédito fiscal, un vale educativo, una cuenta de empoderamiento para la educación, conocidas como Empowerment Scholarship Accounts (ESAs) y usar cualquiera de esas opciones para darle a tu descendiecia una oportunidad de educarse en los mismos planteles donde se educa la clase pudiente.

Esos programas existen en casi la mitad de los Estados de esta poderosa nación. La otra mitad, desafortunadamente no goza de dicho privilegio. Por eso, se creó una propuesta de ley FEDERAL llamada Education Freedom Scholarships (EFS), cuya idea central es incentivar la filantropía privada a través de créditos fiscales para que, con esos fondos, nuestros niños puedan acceder a un modelo educativo escogido por tí, padre-madre. La propuesta fue anunciada por la administración de Trump en febrero de 2019. ¿Y por qué no acaba de ser implementada? Porque a los opositores no les interesa. Ellos no le temen a tu osadía.

Y de ahí que sea imperativo que cuestiones la naturaleza de la falta de acceso a una educación de alta calidad en nuestras comunidades. Para que programas como EFS vean alguna vez la luz del día, tenemos que organizarnos y hacernos sentir, especialmente en medio de este clima electoral.

FEMA da 13,000 Millones a la Isla del Encanto $$$

El viernes 18 de septiembre, Puerto Rico recibió casi 13,000 millones de dólares de parte de la Agencia Federal de Manejo de Emergencias, conocida por sus siglas en inglés como FEMA. Nuestros hermanos boricuas se vieron forzados a escapar de su país, en parte, debido a la devastación causada por el huracán María, el cual abatió la isla hace tres años. La falta de electricidad, agua potable, refugio, servicios médicos y escuelas hábiles causó que miles de dueños de negocios, profesionales, padres de familias y trabajadores de diversos sectores, tales como maestras, enfermeras y doctoras, se mudaran al territorio continental, dejando tras de sí un vacío con poca esperanza de ser llenado… ¿hasta ahora?

Las repercusiones de esta gran diáspora tocan tanto aspectos políticos como económicos. Miles de negocios jamás volvieron a abrir sus puertas, cientos de casas y almacenes quedaron sin reparar y aún se pueden ver desde las ventanillas del avión las carpas azules que cubren los techos arrancados por el viento. Las casas y almacenes abandonados corren el riesgo de convertirse en guaridas para drogadictos y personas sin hogar. A su vez, la fuerza policial ha sido diezmada paulatinamente en el transcurso de los últimos cinco años.

El anuncio de la asistencia adicional de la administración del presidente Trump servirá para reconstruir la red de electricidad (9,600 millones), para que los edificios escolares sean reparados (2,000 millones) y, en general, para levantar las infraestructuras barridas por el huracán e incentivar la agricultura.
La iniciativa llega enhorabuena y, también, es un movimiento estratégico para congraciarse con los votantes puertorriqueños. En esencia, creemos que los puertorriqueños tienden a ser conservadores en lo relativo a lo económico, aunque menos conservadores en asuntos de índole social. Social y económicamente, Ron DeSantis (Gobernador de la Florida), se ha ganado la buena voluntad del pueblo en éxodo, a quienes rápidamente se les prestó asistencia y cuyos niños fueron absorbidos de golpe por los distritos escolares del Sunshine State.

Mientras tanto, en la isla, la Gobernadora Wanda Vázquez ha celebrado que la Casa Blanca haya firmado el desembolso de la aprobación más grande en la historia de FEMA: “largest approval in FEMA history”. Además, en una rueda de prensa que tuvo lugar en la tarde del viernes 18 del presente mes, el presidente prometió traer de regreso a Borinquén los contratos de factorías y distribución de medicamentos que al marcharse colapsaron el mercado de trabajo local.

La industria farmacológica de Puerto Rico fue desbandada después que Bill Clinton pasara una ley (Small Business Job Protection Act of 1996) que retirara los incentivos fiscales a esas compañías. Estas luego se mudaron a China, India e Irlanda, lo que provocó el desplome de una economía que iba en alza. Así, el huracán sólo vino a dar el golpe de gracia a una situación ya de por sí precaria ¡y por mucho tiempo!

Si los fondos destinados a Puerto Rico fueran debidamente empleados, es posible que la trayectoria en picada de la Isla del Encanto se detenga y se corrija. Sin embargo, si la plaga feroz de la corrupción mantiene el país bajo su yugo, tal vez eso no ocurra, pero eso es harina de otro costal. La pregunta del millón ahora es: ¿Podrá el incentivo de FEMA persuadir a los boricuas de votar a favor de los conservadores?… ya se verá.

“Educar la mente sin educar el corazón no es educación en absoluto” (Aristóteles)

El confinamiento ha producido en los alumnos consecuencias psicológicas que van desde “la aparición de una mayor agresividad e irascibilidad, un incremento de rabietas, hasta un retroceso en el control de esfínteres en los más pequeños”, según han señalado algunos psicólogos clínicos y educativos cuyos estudios aparecen citados en Educaweb.com. Albert Einstein solía decir aprender es experimentar y todo el resto es información.  Así explicaba el genio la importancia de las emociones en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Desde antes de la pandemia, la educación ha estado experimentando un proceso de gran innovación durante el cual han aparecido nuevas metodologías. Estas metodologías miran al estudiante no como un simple receptor de la información, sino como un agente activo de su propio aprendizaje. De esta forma, dichos modelos incorporan a la agenda diaria elementos tales como la diversidad de intereses, motivaciones y capacidades. ¿Cómo luce esto?… partiendo de los intereses del alumnado, se crea un clima para trabajar en colaboración desde el cual se resuelven los problemas mediante el diálogo y el acto intencional de escuchar, lo cual parecería ser obvio y hasta sencillo.

No obstante, la práctica es casi ajena a la educación escolar por varias razones. En primer lugar, en muchas escuelas faltan guías para enseñar competencia emocional. Luego, el estilo académico imperante tiende a hacer del maestro (y no del niño) la figura central en las aulas; sobre todo en la etapa infantil donde el énfasis se concentra en aprender a leer y escribir. Después, en la primaria y secundaria, el profesor va de prisa para cumplir a tiempo con todos los contenidos del currículum. Esto no permite que haya un espacio designado para lidiar con las emociones, las cuales se quedan relegadas, si acaso a momentos de tutoría. Desde luego, no todos los planteles ofrecen a cada niño una hora semanal de tutoría. Por ende, la educación emocional se queda en el olvido.

Llegados a este punto, cabe preguntarse: ¿no se aborda la educación emocional únicamente por falta de tiempo o por falta de formación de los docentes?… “El profesorado necesita formarse en materia de educación emocional para poder disponer de los conocimientos y los recursos necesarios para abordar las emociones que surgen en el aula. De no estarlo, le será casi imposible conseguir que el alumnado sea emocionalmente competente tanto en lo relativo a su formación como a su vida familiar”, explicó Laura Carpintero López – quien es orientadora educativa-.
¿Cómo se puede impartir educación emocional de calidad si los docentes no se han educado con anterioridad en esa área?… Rafael Bisquerra plantea que la competencia emocional es esencial en los docentes para gestionar de manera adecuada el estrés y la ansiedad que a menudo genera su profesión. “Los maestros tenemos la obligación de abordar la educación de manera más equilibrada, lo cual implica integrar las emociones a la parte intelectual y de conducta”, agregó Carpintero López.

Para concluir, durante el confinamiento ha habido una toma de conciencia sobre las enormes repercusiones que tienen las emociones en el proceso de enseñanza-aprendizaje. A su vez, la neurociencia postula que de esta competencia depende también el éxito personal y social de nuestros niños. Por eso, ahora más que nunca hay que garantizar su desarrollo integral. De ahí que, lanzamos un reto para que se deje de poner la atención exclusivamente en los contenidos curriculares y en los resultados académicos y, a cambio, se ponga también la mirada en el proceso de enseñanza-aprendizaje y en la cantidad de emociones que de allí se generan.

¿Quien podrá hacer la diferencia contra el racismo en las escuelas?

En los Estados Unidos hay más o menos 3.5 millones de profesionales ejerciendo el magisterio, 79% de ellos son blancos y 76 % del total son mujeres. Y así ha sido por las últimas dos décadas, aún después de los tantos esfuerzos realizados por promover la importancia de la diversidad racial en el seno de las instituciones dedicadas a la educación. “No debemos descansar hasta que logremos reclutar un grupo más diverso de individuos que funjan de modelo a los niños de piel oscura en nuestras escuelas, dijo LaTrina Johnson, quien es la Asistente del Director de Instrucción en le escuela secundaria RePublic, localizada en Nashville, TN. Y agregó: “los educadores caucásicos o de una vez por todas se ajustan o deberían abandonar el campo. Ya no quedan otras opciones, hay que cambiarse a sí mismo o cambiar a quienes servimos.”
Aunque suenen duras las palabras de esta educadora quien se describe como una “agitadora angelical”, lo cierto es que expresan con claridad meridiana el sentimiento de cansancio que experimentan muchos docentes afro-descendientes quienes han visto el sistema andarse por las ramas por demasiado tiempo. En una entrevista publicada bajo el título Three Pieces of Advice for White Teachers Who Want to be Accountable Allies, LaTrina Johnson clama por una nueva manera de abordar el tema de la equidad y justicia social en el ámbito de la educación. Los tiempos demandan que nuestros aliados dejen de ser agentes pasivos para convertirse en voces activas que estén dispuestas a combatir los prejuicios, a cuestionar sus propias posturas de forma tal que su aporte contribuya significativamente a la liberación de las comunidades morenas que luchan por la igualdad, comentó para la revista digital the74million.org
Lograr esta meta, va a requerir una revisión de las intenciones, porque como dijo la autora Ta-Nehisi Coates en In Between the World and Me, el peligro de solo tener muy buenas intenciones es que, a través de la historia, estas actúan como una píldora de dormir que perpetua la misma pesadilla. Un nuevo sueño demandaría de los aliados, además de intenciones, cambios radicales que produzcan una educación de primera clase para los niños de piel oscura.
Uno de los primeros pasos en dirección a ese nuevo sueño, es que los docentes se miren al espejo procurando revisar las prácticas racistas de las cuales (queriéndolo o no) han sido cómplices. Para desarticular dichas prácticas, LaTrina les propone las siguientes preguntas:
¿Buscas con regularidad la compañía de colegas de otras razas a fin de llegar a conocerlos personalmente?, ¿percibes a los padres negros y latinos como “difíciles”?, ¿hablas por aquellos que no tienen voz y/o les das a ellos la luz y la tarima para que expresen sus ideas y sentimientos?, ¿te haces a un lado cuando te sientes abrumando o te mantienes en la pelea?, ¿cómo adaptas las enseñanzas y enfocas los textos para presentar la historia desde una perspectiva distinta a la euro-céntrica?, ¿de cual lado te pones cuando ocurren agresiones hacia tus compañeros negros- les ayudas o les dejas solos?
No basta con que se ponga las fotos en los salones de clases de personajes históricos de la raza negra, india o latina. A eso hay que sumarle a un análisis diferente, basado en el reconocimiento del aporte de otras etnias y una re-examinación a los materiales académicos empleados. En resumen, para llamarse una verdadera aliada(o), la maestra habrá de mirar hacia dentro con el mismo sentido crítico que juzga lo exterior. Si no existe un deseo sincero de auto-interrogarse, de ver hasta qué punto el privilegio la ha hecho cómplice, entonces la liberación prometida no llegará a través de una masa de educadores incapaz de reflejar al estudiantado para el cual trabaja. La madera que se requiere para la realización de este nuevo paradigma, demanda maratonistas con mucha capacidad de introspección y de eso estarían hechas las aliadas de verdad.

https://www.impactomedia.com/nacion/mirarse-al-espejo-y-revisar-las-practicas-racistas/

Escolaridad desde cualquier parte

            De la misma manera que el concepto de trabajar desde la casa ha abierto nuevas oportunidades sobre cómo y desde dónde se desempeñan las labores, el concepto de escolaridad desde cualquier parte también está echando raíces en la conciencia popular. Y es que, si estamos forzados a aprender remotamente, ¿cuál es el uso de solo aceptar lo que ofrece la escuela de la esquina, si podemos escoger cualquier otra opción dentro del amplio menú de programa educativos en línea?

Hasta hace muy poco tiempo hablamos de educar en el hogar como algo que hacían por su cuenta algunos padres “raros”. Ahora, nos sorprendemos al ver la variedad y la sofisticación de los programas ofrecidos en el internet. Esto debería poner en alerta a los maestros de escuelas públicas, quienes tal vez no advierten que su postura en contra de la apertura de las escuelas no les beneficia en lo más mínimo.

Cualquiera pensaría que el orden natural de las cosas es que los padres, preocupados por la salud de sus hijos, se opusieran a mandarlos a las escuelas, y que los maestros se pelearan por recibirlos. En ese orden, el maestro mantiene su relevancia y se convierte en alguien esencial. Sin embargo, resulta que el asunto es al revés: El gremio que representa a los docentes insiste en que el miedo a enfermarse debe mantener a los maestros en sus casas y los persuade de no regresar a sus respectivos salones de clases, lo cual nos deja un poco perplejos. 


De súbito, al observar el despegueque están han experimentado los módulos escolares organizados orgánicamente por las familias y la alta matriculación de las escuelas parroquiales, es evidente que el magisterio dentro de los distritos corre la suerte de volverse irrelevante. 
En la medida en que más y más familias se dan de baja de las escuelas públicas e inscriben a sus  hijos en colegios privados, algunos condados -como por ejemplo en Montgomery (Maryland)- han intentado prohibir la reapertura de instituciones privadas. 

Y aunque esos esfuerzos han triunfado en otros municipios, lo cierto es que nada puede impedir que una familia saque a sus niños de la escuela gubernamental y los pongan a estudiar desde la casa o en espacios conocidos como learning pods, que son pequeños grupos de estudiantes que de reúnen a aprender juntos con la ayuda de un maestro o tutor

Sin proponérselo, los representantes gremiales están promulgando la falta de importancia del maestro. Por un lado, existe un riesgo real de contagio. Por el otro, ese mismo riesgo lo han tomado pormeses todos los trabajadores del país considerados indispensables. 

Si los maestros de las escuelas públicas no pueden arriesgarse, entonces dicho acto los auto-clasifica como no esenciales. De este no ser el caso, entonces sería prudente que ellos fueran los primeros en empujar por la reapertura pronta y segura de los planteles públicos, porque mientras más se lo piensan, más familias se deciden por el éxodo prematuro hacia escolaridad desde cualquier parte. Y eso podría llegar a ser muy bueno para los padres y no tan bueno para los maestros sindicalizados.