Racismo

NO_AL_RACISMO

Las actitudes racistas causan problemas en todas partes del mundo. Tomemos de ejemplo a México, donde por generaciones se ha tratado a la población indígena cual si perteneciera a un linaje inferior, marginalizada por los blancos quienes se apropiaron de sus tierras, -entre otras cosas- o el caso de los Estados Unidos, que no por tener un presidente afroamericano deja de discriminar contra la gente de color. De hecho, en las últimas semanas los líderes comunitarios de la Gran Manzana han acaparado la atención de las noticias nacionales en protesta contra la ley stop and frisk (o parar y cachear, si tradujéramos la expresión literalmente). Bajo el amparo de esta disposición, la policía neoyorquina tiene el derecho de sujetar e interrogar a cualquier individuo que considere sospechoso. En múltiples coberturas televisadas por CNN, los líderes reclaman que no es pura coincidencia el que los hombres hispanos y negros sean el blanco frecuente de este escrutinio policial, a menudo arbitrario. Por su parte, en Francia, la derecha continúa ganando adeptos gracias a los argumentos utilizados para convencer al votante del terror a la islamización de Europa. Igualmente, en la República Dominicana, una media isla en las Antillas habitada mayoritariamente por personas de piel oscura, se discrimina a los haitianos por ser “prietos”. En fin, existen actualmente incontables tensiones étnicas alrededor del planeta: entre chinos y tibetanos, palestinos e israelíes, españoles y norteafricanos, “gringos” y latinos, iraquíes y kurdos, negros contra caucásicos en Sudáfrica, y ahí mismo, lo opuesto.

Para buscar soluciones a este problema se han creado un raudal de propuestas internacionales. Una de ellas, ICARE , sirve de conector para 2000 entidades de este tipo en 114 países. Entre sus afiliadas, sobresale por su renombre y prestigio global, The United Nations Educational, Scientific, and Cultural Organization, conocida comúnmente por sus siglas en inglés como la UNESCO, la cual, a su vez, creo una iniciativa llamada la Coalición Internacional de Ciudades contra el Racismo, la Discriminación y la Xenofobia. Esta coalición es una red compuesta por alianzas regionales representadas en África, Asia, Europa, América Latina y el Caribe, el Mundo Árabe, Norteamérica y los Estados Unidos. Cada una de las ciudades sumadas a este esfuerzo ha dicho creer en el siguiente principio: “Las teorías de diferenciación racial son científicamente falsas, moralmente condenables, socialmente injustas y peligrosas, y no existe justificación alguna, teórica ni práctica, en ningún lugar, para la discriminación racial” (Coalición Latinoamericana y Caribeña de Ciudades contra el Racismo, Unesco). A fin de poner en prácticalo anteriormente expuesto, el grupo ha elaborado un programa de diez puntos que cubre áreas tales como la educación, la vivienda, el empleo y las actividades culturales. La implementación del proyecto, dicen, será ajustada de acuerdo al lugar donde se ponga en ejecución. El diseño de un modelo aplicable a la realidad de Latinoamérica y del Caribe se produjo en octubre de 2006 en la ciudad de Montevideo (Uruguay) y contó con la participación de La Habana (Cuba), Morón (Argentina), Panamá (Panamá), Quito (Ecuator), Port au Prince (Haití), Santo André (Brazil), Valparaiso (Chile) y la anfitriona misma, Montevideo. Desde entonces, otras 200 ciudades se han unido, incluyendo la ciudad de Santo Domingo (República Dominicana) donde nací y la cual visité recientemente.

Durante mi visita fui testigo de un caso de stop and frisk a la criolla. Un guardia de seguridad le cortó el paso agresivamente a un muchacho de rasgos negroides, quien caminaba por la acera de enfrente. ¡Por poco lo arrolla con la motocicleta que conducía cuando se le atravesó! El joven iba vestido con pulcritud y no hizo ningún gesto brusco ni cualquiera otra cosa que llamara la atención. Tras algunas preguntas, el “watchiman” lo dejo ir. Al pasarme por el lado, escuché decir al interrogado unas palabras incomprensibles, porque las dijo en patois (dialecto derivado del francés y mezclado con lenguas africanas) y entre dientes. Y eso fue todo, no protestó audiblemente, aunque si hubiera querido rebelarse no le habrían faltado razones, por el contrario, le habrían sobrado motivos. Y explico por qué. Para empezar, en Quisqueya no existe una legislación similar a la estadunidense que justifique detener a cualquiera solo por parecer sospechoso. Luego, en vista de que los vigilantes privados no tienen jurisdicción sobre las vías públicas, el motociclista carecía de asidero legal para cuestionarlo. Y por último, ¡el tipo no había hecho absolutamente nada, salvo pasar por la acera de enfrente! Por desgracia, esta clase de incidentes son muy frecuentes en mi país. Documentados o no, a nuestros vecinos haitianos se les dificulta acceder a las playas, a las discotecas, a los autobuses, así como al simple derecho de pasearse con tranquilidad por las calles dominicanas. El conflicto racial entre las dos naciones no ha cedido, a pesar de los diferentes pactos internacionales a los cuales ambas se han suscrito.