Vamos a pescar

Hay un proverbio que reza: “dale a un hombre un pescado y le quitaras el hambre ese día. Mas si se enseñas a pescar, le matarás el hambre de por vida.”
Nosotros, los hombres y mujeres que llegamos a los Estados Unidos venimos huyéndole a una realidad que se niega a darnos las herramientas para aprender a pescar. Venimos buscando el conocimiento para prosperar. Y a veces lo logramos. Si carecíamos de un trabajo, aquí lo encontramos, si no teníamos casa propia, aquí la compramos, si andabamos a pie, aquí adquirimos un vehiculo y si en la casa no había televisión o había solo una, aquí nos compramos un par de pantalla planas.
Cuando miramos a nuestro alrededor, reconocemos con alegría que los niños tienen qué comer, dónde dormir y una tele para jugar con la consola de video. Es decir, tienen mucho más de lo que quizás sus padres tenían a la misma edad. Llegados a ese punto, a veces, algunos nos damos por satisfechos.
Agregamos una parrillada a la orilla de un lago el domingo y unas cervezas frías al final de la tarde. Y así, como a una hormiga a la cual se le acaba el universo al borde de la hoja, nos contentamos con vivir este sueño pequeño: un universo que abarca cama, casa, comida y trabajo.
Mientras tanto, a fuera de esas cuatro paredes de lucha, apetitos y descanzos hay otro mundo. Ese mundo es tan grande como lo es la selva amazónica con relación a una hojita. Es un mundo lleno de posibilidades, en el cual sueños mayores esperan. Y usted lo sabe. Sabe que la vida es otra cosa. Que hay un rincón del alma todavía sin saciar. Desconociendo como llenar ese espacio de algo significativo, nos volcamos en el marido, en comprar chucherías, en ver novelas, en pasivamente orar por algo, lo que sea que ocupe la mente por un rato. Sin embargo, todo lo citado con anterioridad no sacia ese vacio. Pero optamos por no pensar en eso; o quizas, cuando reflexionamos, no nos gusta escuchar la vocecita que nos dice: “sabes que tu existencia no es vivir en la rutina”.
Colmadas las necesidades básicas, del otro lado de la animal supervivencia, queda una tierra prometida. Esa tierra prometida es un lugar próspero y fecundo, en la cual la creatividad humana es puesta a prueba para generar soluciones ingeniosas a los miles problemas que nos quedan por solucionar en este país, en particular en el Estado de Tennessee y específicamente en la ciudad de Memphis, donde las tres cuartas (3/4) partes de los niños en 8avo grado no están leyendo a nivel.
Hoy, quisiera hacerle una invitación a dar un paso fuera de la hoja que constituye su universo personal, a fin de participar en un movimiento revolucionario. Únase a quienes buscamos crear cambios en la educación local. No espere a que alguien atrape el pescado y se lo entregue. Salga con nosotros a pescar. Encuéntrenos en Facebook bajo School Choice Now o escribanos a CLLenas@FederationFor Children.org