Las bibliotecas del Estado y el estado de las bibliotecas
by Hergit "Coco" Llenas
La segunda semana de octubre se celebró en Reno, Nevada, una de las dos reuniones anuales del Consejo Estatal de Bibliotecas y Alfabetización (State Council of Libraries and Literacy), el cual es responsable, entre otras cosas, de premiar -a través de subvenciones- las mejores iniciativas propuestas cada año por las bibliotecas públicas. La competencia por los fondos es feroz, ya que, al igual que los programas de alfabetización, los presupuestos bibliotecarios han sufrido recortes brutales en los últimos cinco años.
Pero como “la necesidad es madre del ingenio”, los directores de las bibliotecas se las han apañado para hacer más con menos. Con mucha perseverancia, que eso sí les sobra, estos hombres y mujeres han conseguido que sus instituciones sobrevivan, aunque para lograrlo hayan tenido que reinventarse. ¿Y qué es más representativo del espíritu de nuestro Silver State que la capacidad incansable para la reinvención, verdad?
A pesar de que tradicionalmente (y por error) las bibliotecas han sido percibidas como un lugar para tomar y devolver libros, hoy éstas operan como agentes al servicio de las múltiples demandas presentes en nuestra comunidad. ¿Le gustaría abrir un negocio y no sabe si un tipo de producto o servicio es requerido y/o está al alcance del bolsillo de tal o cual vecindario, quisiera aprender inglés, prepararse para el examen de ciudadanía, tomar clases por computadora, buscar trabajo usando la red? Todo esto lo puede hacer visitando uno de estos centros de conocimiento.
Imagínese, por ejemplo, que usted quisiera educarse sobre un tema en específico. Podría perder quince días buscando artículos a ciegas o podría ahorrarse tiempo pidiéndole a un profesional que lo ayude gratuitamente. ¿Qué haría?…
Et voilà!
Por eso la labor de estas entidades es invaluable, porque en un santiamén facilitan el acceso a la información, que para eso se han quemado las pestañas estudiando los empleados calificados que allí laboran. De ahí que, si bien a los voluntarios les ha tocado fungir el papel de sustitutos, no puedan reemplazarlos.
¡Qué bonito sería si los premios del concurso auspiciado por el consejo fueran suficientes para galardonar a todas a las bibliotecas! Y que más bonito todavía si éstas contaran con tanto apoyo gubernamental y privado que no necesitaran batirse por un puñado de dólares.
De momento, al menos, la competencia voraz ha servido de estímulo para generar nuevas ideas.
http://eltiempolv.com/articles/2013/10/24/opinion/doc5269885ef26d1954246941.txt
(Hergit Llenas es miembro del Consejo Estatal de Bibliotecas y Alfabetización del estado de Nevada desde hace tres meses).